¡Ufa. Otra más! Cinco van. Cinco entregas de Transformers en una década por el mismo director, y ya podemos decir que no es una década ganada excepto para unos pocos, y conste que este comentario no es una metáfora ni un eufemismo político. Hablamos del cine producido y dirigido por Michael Bay, el hombre espectáculo. El hombre de trato peculiar en el set de filmación cuando algo no sale bien, pero claro qué podrá importarle si ésta es su gallina de los huevos de oro.
No contento con las casi tres horas de la anterior, acá se despacha con dos horas y pico largas de un culto a los espejitos de colores. Como siempre, estamos frente a la exacerbación del espectáculo. A una escena de tremenda factura técnica, le sigue otra, y otra, y otra que sube la apuesta hasta el inverosímil más exponencial que se recuerde en la historia del celuloide digital. En el medio de todo esto hay acciones escritas y frases recitadas por los personajes, algunas de ellas tan ridículas que parecen sacadas de conversaciones por WhatsApp. Por ejemplo: “Se ha dicho a través de los años que no hay victoria sin sacrificio”. Sinceramente suena a una entrevista en la cancha luego de un partido de fútbol, pero no la dice Bilardo, ni Cristiano Ronaldo, ni Mascherano porque hasta ellos parecen haber cambiado de cassette. La dice Anthony Hopkins. Desde aquí nuestra sincera felicitación por la cantidad de cifras de su cheque pero: ¿Era necesario? Al menos el nombre de su personaje tiene el tratamiento de “Sir” pero dadas las circunstancias, mucho honor no hay.
El guión de “Transformers: El último caballero”, cuyos diálogos parecen haber sido enviados a los actores por mensaje de texto o por Twitter, supuestamente instala la razón de ser del atribulado líder Optimus Prime (voz de Peter Cullen), pero realmente es lo de menos. Lo único que importa e importó siempre en esta saga es que los efectos especiales sean la verdadera estrella, de manera tal que la flojísima pluma de Art Marcum, Matt Holloway y Ken Nolan pasan a un segundo y poco envidiable segundo plano, aunque habremos de prepararnos porque el trío está abocado a escribir dos más.
Si alguna vez existió la fantasía, la verdadera fantasía, que produce asombro e interés, se perdió allá por 2007 en la escena en la cual Sam (Shia LaBeouf) era acompañado por su papá (Kevin Dunn) a comprarse su primer auto, el cual resultaba ser uno de los robots más simpáticos, seguida de la conquista amorosa del personaje de Megan Fox. Estamos hablando de veinte minutos sobre 12 horas 45 entre las cinco. Sí… los extrañamos a esta altura.
Esto es la franquicia de Transformers. Un gran concierto coreográfico de efectos visuales del lado de la pantalla, y otro aún más grande de bostezos en la platea. Por eso, anticipándonos un par de años y con disculpas por la repetición de fórmula, anunciamos el comienzo de nuestro comentario para dentro de dos años: “¡Ufa. Otra más! Seis van. Seis entregas de Transformers…”