Vas esperando el sometimiento a las usuales ráfagas de artillería de Bom-Michael-Bay, en esta quinta entrega de la saga basada en los juguetes articulados, y lo encontrás. Durante 150 minutos. Que se hacen largos. El gran "pero" viene a cuento de que, en su absurdo derroche de millones de dólares al servicio de la misma fórmula-explosiones, CGI, chica sexy, héroe ahora musculoso-, uno se sorprende, casi obligado por la nobleza a reconocer que no lo está pasando taaan mal. Al menos durante la primera parte, antes de la rutina de la batalla final estire la cosa como un chicle. Esta vez Cade Yaeger -Mark Wahlberg-, el protector de los transformers, que se han convertido en descastados, ilegales y vintage, deberá encontrar un cetro guardado en el pasado remoto, que se vincula a la historia secreta de la llegada de los transformers a la Tierra. El objeto es crucial para que el mundo no termine, en medio de una guerra entre autobots y los malvados decepticons, mientras Optimus Prime está desaparecido. Y por eso un historiador experto y gentlemen inglés reúne a Yaeger con la experta profesora que parece una modelo de Victorias Secret. Lo cierto es que el historiador en cuestión es Anthony Hopkins, que se lo pasa -ejem- bomba con su personaje, entrega una serie de líneas muy cómicas y hace que este sinsentido estridente y ruidoso tenga un sorprendente encanto.