El colmo de la ostentación técnica y los chistes malos.
Michael Bay una vez más se ha orinado en nosotros sin la cortesía de llamarlo lluvia. Este señor benedictino se bajó los pantalones, se puso de cuclillas, y depuso una LENTA defecación de 150 minutos llamada Transformers: El Último Caballero. Sepan disculpar mi escatológica introducción, pero cuando alguien subestima de tamaña manera la inteligencia del espectador, la cortesía se vuelve un desperdicio.
Sobredosis de Agaromba:
Con Optimus Prime desaparecido, los Autobots y los Decepticons siguen en guerra con la Tierra como campo decrítica de Transformers: El Último Caballero batalla. Cade Yeager se encuentra con un robot ancestral malherido, quien le entrega un amuleto que debe proteger. Pronto descubrirán que dicho artefacto es clave en la próxima confrontación de ambos bandos, y que oculta un secreto que data de la era del Rey Arturo.
El guion, o el rejunte de ideas a medio cocinar que responde a ese nombre, se basa en dos cosas (y dos cosas solamente): escenas de acción sobrecargadas y chistes sin gracia a mansalva. No hay intento alguno por desarrollar un personaje, y si lo hacen lo dejan a la deriva. No te importa en lo más absoluto lo que le pueda pasar a ellos, y cuando el “guion” intenta colar un momento emotivo llorás… pero de la rabia.
Esta película no sigue una línea clara; tiene incidente incitador y clímax por una simple cuestión de convención. No obstante, todas las escenas que están en medio son tan desordenadas, tan improvisadas, tan carentes de lógica interna, y se van tanto por las ramas sin desarrollar tema, trama o personajes, que podés ponerlas en el orden que se te cante y no cambia nada.
La peor de todas estas faltas es que es aburrida y totalmente carente de ritmo. Es un desorganizado e hiperexpositivo calvario que no justifica sus 150 minutos de duración; a los 10 minutos de empezada no querés saber más nada.
Por el lado técnico, la realización sigue siendo el colmo de la hiperkinesia tanto en fotografía como en montaje. Las explosiones y las luchas entre los Transformers están tan cercanas en plano que no podes seguir la historia o siquiera discernir lo que estos personajes están haciendo. Si lo que quisieron es ilustrar lo confusa que puede ser una situación crítica, lo consiguieron, pero no del modo que esperaban.
En el costado actoral, lo único medianamente rescatable es Anthony Hopkins. Respecto a todos los demás, salta a la vista el tremendo piloto automático en el que se tuvieron que desempeñar.
Conclusión:
Escapa a mi entendimiento cómo puede seguir existiendo esta franquicia de películas. Está bien, nunca fue su intención ser arte de alto nivel, pero Transformers: El Último Caballero no llega siquiera a sopesar el entretenimiento. Es un rejunte de explosiones y efectos digitales, que más que ilustrar una gran factura ilustran una grosera subestimación de la inteligencia y la imaginación del espectador. Lo peor de todo no es que esta locura esté lejos de terminar, sino que Bay y compañía no tienen intención alguna de hacerlo.