Pura hojalata
Quizá suene demasiado duro comenzar con una afirmación de estas características, pero con seguridad el único acierto que tiene este regreso de los Transformers es el cambio de dupla protagónica, sólo por el hecho de no tener que bancar más de dos horas a Shia LaBeouf. En su lugar, convocaron en primer término a Mark Wahlberg, que da un poco más para los papeles de acción, y como figura femenina llamaron a Nicola Peltz, que es una rubia muy bonita y con eso le basta para esta saga.
Con el subtítulo de La era de la extinción, Michael Bay expuso todo lo que como director hace rato parece empecinado en llevar a los extremos: cero apego por hacer de las historias algo más o menos coherente, y en cambio montar un alarde de la animación por computadora, las secuencias donde todo estalla y donde el ruido pone a prueba los tímpanos más aguantadores. En esencia, casi todo es exactamente lo mismo que en las predecesoras, ya que vuelven a la carga los Autobots y los Decepticons, aunque en esta oportunidad se meten unos Dinobots, mientras que los actores de carne y hueso resultan un complemento (casi innecesario) del derrotero de estos monstruos de acero.
El planeta Tierra es otra vez el escenario donde se desenvuelven las batallas, y los más de 150 minutos de película constituyen una maratón de destrucción. Da la impresión de que Bay se esmera en no dejar nada en pie porque piensa que de lo contrario no estaría haciendo un producto de acción.
No todo es negro. De todas maneras, los aspectos negativos de esta especie de reboot (filmes donde se baraja de cero y todo parece comenzar de nuevo) agigantan aún más sus lados positivos, que van a ser valorados en cuantía sobre todo por quienes van a las salas de cine para aprovechar la tecnología y entretenerse con las escenas a pura adrenalina. Y en eso –hay que reconocerlo– Michael Bay sabe trabajar, aunque por ahí desbarranca con planteos tan inverosímiles que provocan vergüenza ajena.
Lo mejor de Transformers 4: La era de la extinción, está en la larga ristra de minutos donde los robots pelean y dejan un tendal de aniquilación a su paso. Es para destacar un extenso segmento que transcurre en China donde los enfrentamientos son realmente asombrosos, un festín visual cuidado al extremo que hará valer el precio de la entrada para el público amante de la parafernalia. En este sentido, el guión y la mano del director logran que la cinta sea un embudo que trae cada vez más movimiento.
Las subtramas de la película no aportan demasiado (y son varias), lo que lleva a pensar que si le hubieran quitado cuarenta minutos a la historia la cosa no hubiera sido muy distinta. Es de esperar que si la idea de los dueños de la franquicia es seguir brindando más hilo en el carretel a los Transformers –y todo indica eso– levanten un poco la puntería en las tramas y combinen mejor el trabajo de los actores con las imágenes virtuales. Esta cuarta entrega mostró una versión mejorada de los bichos, y un nuevo elenco que fue desaprovechado.