Más larga, más monstruosa
El año pasado, Michael Bay arrojó al mundo una desopilante comedia de acción titulada Pain & Gain; ambientada en Miami, con Mark Wahlberg como un patovica aprendiz de chorro, su sarcasmo fue tan intenso que nadie la tomó en serio. Bay entendió el mensaje; volvió a su especialidad, armó la cuarta Transformers y la hizo más larga, más monstruosa y cerró contrato con un conglomerado chino (situación que, llamativamente, también se refleja en la pantalla) para haber batido ya récords de taquilla respecto de las secuelas anteriores. Apostando, en reemplazo de Shia LaBeouf, a Wahlberg como nuevo protagonista de un personaje llamado Cade Yeager, La era de la extinción arranca cuando este último descubre a Optimus Prime en su taller de pequeños robots. Con la ciudad de Chicago devastada tras la última invasión alienígena, la CIA impulsa una caza de Transformers que aprovecha Megatron, líder de los Decepticons, para combatir a Optimus y sus Autobots y conquistar la Tierra. Lo más novedoso es la incorporación de un científico capaz de reproducir sus propios Transformers para defender al planeta; una idea que Bay no desarrolla o quizá prefirió estirarla hasta el próximo film. Total, siempre hay tiempo.