El regreso de los robots
Para aquellos que lo extrañaban, los robots del espacio vuelven por más. Michael Bay regresa con casi tres horas de explosiones, robots montando dinosaurios robots y huecos inentendibles en el guión.
Aunque el mismo Michael Bay había dicho que Transformers: El lado oscuro de la luna (Transformers: Dark of the Moon, 2011) iba a ser su última película al frente de la franquicia Transformers, tres años después, un grupo de productores convincentes o una propuesta demasiado jugosa (en total, las tres películas ya recaudaron más de un billón de dólares en todo el mundo) hicieron que Bay se quedara en la silla del director.
¿Y qué hay de nuevo en esta nueva entrega? La primera es la proyección: Transformers: La era de la extinción (Transformers: Age of Extinction, 2014) es la primera de una nueva trilogía. Por otro lado, la incorporación Mark Wahlberg como protagonista, que ayuda a levantar un poco las escenas en las que no hay robots gigantes peleando. En las anteriores entregas, Shia LaBeouf no se decidía a abandonar el papel de estudiante secundario/universitario y asumirse como el macho motorizado que los robots del espacio requieren. En ese sentido, Wahlberg no decepciona: encarna a un mecánico venido a menos. Sin embargo, la película no permite que despliegue del todo su versatilidad actoral.
Transformers: La era de la extinción se sitúa cinco años después de la última película, cuando los Decepticons se habían apoderado de Chicago, provocando una batalla que ocupó una buena parte de la película. Desde entonces, los humanos han comenzado a cazar a las máquinas extraterrestres, sean Autobots o Decepticons. En eso, Cade Yaeger (Mark Wahlberg), un mecánico/inventor venido a menos y muy endeudado, encuentra a Optimus Prime, el líder de los Autobots. A partir de esto, el gobierno estadounidense va a empezar a perseguirlo, a él y a su hija Tessa (Nicola Peltz).
Hay algunos elementos que le restan seriedad a la película: cuestiones del guión que quedan abiertas, personajes (tanto humanos como robots) que no se explican para qué están, excesivas explosiones en las que no se entiende qué es lo que está pasando. Sin embargo, la peor de todas es la duración de la película. Dos horas y cuarenta y seis minutos, de las que, por lo menos, un tercio sobran. Lo malo, si es largo, dos veces malo.
Como en el resto de sus películas, Michael Bay parece ansioso por querer hacer explotar todo. Como si la introducción de los personajes, el conflicto y la película misma fuera una excusa para filmar explosiones y robots cada vez más grandes. Una estética del desastre y la explosión.
Sin embargo, hay dos cosas que levantan la propuesta. La primera es el villano: Galvatron, construido con los restos de los Decepticons muertos. Se perfila como el malvado de la saga que viene. La segunda, más simpática, es la inclusión de dinosaurios robots. Toda esa antropología con la que la franquicia coqueteó en todas sus películas, aquí aparece potenciada. Aunque no se explique bien de dónde salieron, los robots ahora montan dinosaurios robots. Impecable.