Michael Bay y 200 millones de dólares más
Debo admitirlo, Michael Bay es un blanco fácil para casi todo aquel que haga crítica de cine. En él convergen todos y cada uno de los peores vicios del cine norteamericano. Sin embargo no se puede obviar el estado de emoción violenta que deja cualquier entrega de Transformers en nuestras almas, por lo tanto este texto es en principio una catarsis y también un intento de destrucción sistemática de todo lo que tiene que ver con el bueno de Michael.
Estilo Bay
Hay un principio fundamental para Michael Bay y para el capitalismo en general: más (mucho mucho más) es mejor. La saga de Transformers ha ido aumentando en duración (144 minutos, 150, 157, 165, respectivamente) y explosiones, una a la vez como si la única forma de contentar al espectador fuera atiborrándolo de destrucción cada vez más aturdidora y más duradera.
Por supuesto tendremos aquí más minas que están buenas y además pelean y son implacables; también tendremos minas que están buenas pero indefensas y que dejan que el director haga planos desde el comienzo de sus ajustados shorts que son literalmente acoso sexual; y minas que no están buenas y son insoportables. Esta es una marca registrada de Michael Bay, aquellos que no son atractivos son insoportables y hacen chistes que no funcionan todo el tiempo. No encontramos aquí la apología descarada hacia la milicia, a la que nos tiene acostumbrados el director, sobre todo porque los Autobots aquí son outsiders y perseguidos, como me señalaba el amigo Mex Faliero, por lo cual el Gobierno es el malo; igual esto queda compensado por todo el resto de giladas a las que Bay sigue muy aferrado como la colocación de productos en el sector juvenil.
A veces sorprende la incapacidad, o mejor, la falta de interés de este director por generar climas, o dosificar la narración, en el cine de Bay todo es sobredosis. Al ritmo de su cámara inquieta y ansiosa hace lo que mejor sabe, nos distrae, de ahí viene esa sensación de haber sido lobotomizados cada vez que salimos de ver alguna de Transformers. Pero Bay no nos distrae del mundo exterior al cine, nos distrae de su película que es ingobernable e inabarcable porque nunca está quieta en ningún lugar físico o mental o cinematográfico. Transformers es la existencia inauténtica de Heiddeger toda junta en tres horas, y por más sesudos y concentrados que estemos, saltamos de una cosa a la otra y nunca nos podemos agarrar de nada, ni de una historia, ni de cierta épica, ni siquiera de empatía hacia los personajes, caemos a un vacio total. Y cuando queremos acordar salimos del cine una fría madrugada de julio sin saber qué decir.
Personajes
Trasnformers: la era de la extinción contiene toda una galería de personajes humanos nuevos, quizás el único y gran acierto de esta película. Imaginamos que el anterior elenco (una banda de imbéciles sin remedio) habrá tenido algo mejor que hacer. Pero hablando en serio, si no fuera porque casi no se nos permite generar empatía con ellos, la incorporación de Mark Wahlberg y de Stanley Tucci y también, si se quiere, de Kelsey Grammer, le dan cierta frescura a la parte humana de la historia que desgraciadamente no le importa a nadie.
Por otro lado los Transformers siguen con los mismos problemas de siempre, son incomprensibles, hablan mientras todo explota y cuando se quedan un segundo quietos para digamos… hablar, dicen una sarta de obviedades o explican un guión imposible. Para aquellos que vieron Titanes del Pacófico o -mejor- Gigantes de acero, comparen la relación que generan aquellos robots con el espectador y la que generan los Transformers. Lo robots de Bay no generan ni épica ni empatía, ni nada. Optimus Prime es un violento testarudo que cuando cambia de opinión, en general es para peor, y cuyo su acto de cabecera es siempre ser vengativo e implacable con sus enemigos que terminan decapitados o descuartizados.
Nosotros y el mal
¿Se puede condenar al público de Transformers y Bay por seguir llenando las salas y justificar su existencia? No lo sé, al menos no soy quién para dar ese dictamen. Me he entregado sistemáticamente a cada una de las entregas de la saga. Sin embargo, vale la pena subrayar una cosa, el concepto de El Mal o maldad no quedado obsoleto aún, y eso se puede constatar porque todavía existen claramente los faros de maldad: El Papa, Israel en Gaza, Caruso Lombardi, la FIFA, Monsanto y también Michael Bay, no nos olvidemos.