Transit

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

Un manifiesto político

En 1944 Anna Seghers publicó la novela “Transit”, sobre el furtivo éxodo de emigrantes que intentaban escapar de una Europa crecientemente nazi. El director alemán Christian Petzold adapta el libro a tiempos modernos con Transit (2018), o quizás adaptación no es la palabra correcta. Es una trasposición: la misma historia es desplazada intacta a la contemporaneidad sin sufrir por ello otro cambio que el cosmético. El acto de transponer la historia al tiempo presente, despojada de toda referencia directamente política, es en sí un poderoso manifiesto político. También es la forma barata de hacer la película.

Un hombre llamado Georg (Franz Rogowski) es confiado con dos cartas dirigidas a Weidel, un escritor famoso implicado en la resistencia contra un estado fascista. Al descubrir que Weidel se ha suicidado y la resistencia ha fracasado, Georg se arma con el manuscrito del escritor y escapa rumbo a la ciudad portuaria de Marsella, donde refugiados de todo el mundo aguardan tramitar su libertad y zarpar hacia América. Al principio sin quererlo, Georg se hace pasar por el escritor muerto a cambio de un salvoconducto para él y la esposa de Weidel.

El resto de la acción ocurrirá en el limbo de Marsella. Georg se enamora perdida y unilateralmente de Marie (Paula Beer), la viuda del hombre que está personificando - ¿cómo convencerla de que escape con él, de que lo espera en vano, sin revelar la muerte de su esposo o el hecho de que ha tomado su lugar? Mientras tanto Georg se relaciona con los demás refugiados: el perdedor que ni con todos los documentos del mundo puede tramitar un simple visado, la mujer que ha sido dejada atrás para que cuide inútilmente de dos perros, el niño inmigrante y su madre muda que forman una especie de familia sustituta en la que Georg hace de padre y esposo.

Una historia sobre esperar puede ponerse monótona pero Christian Petzold mantiene el interés y la tensión introduciendo personajes llamativos con motivaciones claras y personalidades fuertes; crea y sostiene además una sensación de opresión que recurre amenazantemente y de formas inesperadas, algunas obvias (nada más aterrador que el ruido de sirenas y la incertidumbre de a qué responden y hacia dónde se dirigen) y otras más discretas que operan a raíz de subvertir expectativas inconscientes. Muchos personajes aparecen y reaparecen cuando menos lo esperamos y de manera insólita, pero siempre lógicamente, lo cual alimenta la atmósfera de inquietud y ansiedad.

La descripción podría tomarse por la de un thriller pero en realidad Transit es un estudio del personaje de Georg, la figura del sobreviviente eternamente tensada entre la decisión correcta y la conveniente, y sobre cómo en situaciones extremas es difícil distinguir entre las dos. La tragedia es que Georg, multiplicado en varias personificaciones y simulaciones - algunas más allá de su control - cree que está eligiendo entre bienes irreconciliables cuando en realidad está eligiendo entre el menor de varios males. Pretende ser tantas cosas, voluntaria o involuntariamente, que la historia se convierte en un reto a su poder de decisión: quién es y con qué se compromete.