El director Christian Petzold nos trae Transit, un film con una muy interesante visión sobre uno de los temas olvidados en la mayor parte de aquellos que hablan de la segunda guerra mundial.
Georg es un alemán que quedó varado en París luego de la ocupación nazi. Perseguido por los aliados, busca desesperado un camino de salida y lo encuentra a través de un escritor muerto que había recibido el ofrecimiento de escapar a México. Así Georg se embarca en un viaje por tierra hasta llegar al puerto de salida en el cuál conoce a la esposa del escritor, quien no sabe que su esposo murió, y de la cual él se enamora perdidamente.
Es muy interesante observar cómo el conflicto inmenso de la guerra puede ser, con gracia, reducido a una historia de amor entre dos personas que, desesperadas, buscan construir un vínculo que los conecte con algo parecido a un hogar. Georg y Marie, cada uno en una búsqueda diferente a la del otro, se encuentran en medio del caos, de la pobreza y la desesperación y logran establecer una conexión que va más allá de las palabras, una química que se percibe en la pantalla sin que el guion se vuelva sobreexplicativo. En ese sentido, es majestuoso el trabajo actoral de Franz Rogowski que compone un personaje sufrido absolutamente verosímil trabajado desde la sutileza del personaje y no desde la gesticulación o la palabra excesiva.
Al director Christian Petzold lo conocimos en nuestro país en el 2013 con su película Bárbara (nominada al Oscar como mejor película extranjera) y luego con Ave Fénix en el 2014, ambas de época. Con Transit (film que completa junto con los anteriores la trilogía que el autor denomina “El amor en los tiempos de los sistemas opresivos”) retoma el concepto de la recreación de época, pero le agrega un giro que provoca que el espectador se enfrente con un material que lo lleva a repensar todo el tiempo lo que está mirando. El trabajo visual es inabarcable en una primera visión, Petzold logra un complejo entramado de imágenes y sentidos que logra reflejar el ayer y el hoy de un continente desahuciado por el hambre y la desesperación, sin caer nunca en el golpe bajo.
Todos los aspectos del film están sumamente pensados. La fotografía, el arte y sobre todo los diálogos, dan cuenta de una producción sumamente cuidada, enfocada a lograr que el espectador se comprometa emocionalmente con cada decisión acertada que se toma, transformándolo en un espectador activo que no se sienta en la butaca a ver solamente una historia de amor, sino en uno con la necesidad imperiosa de implicarse en lo que está pasando.