De amores y fantasmas
Luego de las exitosas Phoenix y Barbara, Christian Petzold, guionista y director alemán, nos entrega su último film Transit, también escrito y dirigido por él.
Protagonizado por Franz Rogowski, a quien pudimos admirar por su brillante actuación en “Victoria”, (film altamente recomendable) en el rol de Boxer, y Paula Beer, quien interpretó a la dulce Anna en el film de Francois Ozon Frantz, que también recomiendo.
La película está basada en una novela de 1942 sobre la ocupación nazi en Francia pero contada como si sucediera hoy. Proyecto arriesgado, no para el genio y nada convencional de Petzold, quien obtuvo como resultado un excelente, prolijo y poético film, sumando otro éxito al listado y para los admiradores, sólo nos queda esperar su siguiente entrega.
Georg (Franz Rogowski) se va a Francia tras la invasión nazi y adopta la identidad de un escritor muerto del que tiene los papeles. De tránsito en Marsella conoce a Marie (Paula Beer), una joven que busca al hombre a quien ama. Ambos personajes transmiten tristeza, melancolía y soledad a través de sus miradas y se descubren porque de manera inconsciente, buscan lo mismo.
Petzold consigue con éxito plasmar la angustia, confusión y desesperación de los protagonistas, además del recurso de la música que acompaña el derrotero de Marie, una mujer enigmática y misteriosa. Metafóricamente hablando podría tratarse de un fantasma con su deambular permanente, particular vestuario y porque está estancada en un lugar o postura irreal.
Si bien los días transcurren como parte de una misma rutina entre lugares recurrentes y repetitivos, de principio a fin, los sucesos determinantes transcurren en un café, con el primer plano del protagonista y el ruido de sirenas. Con la atinada e interesante decisión de la utilización equilibrada del recurso de la narración en off que, muy a su estilo, nos sorprende gratamente.
Hay otros personajes secundarios bastante interesantes con historias peculiares que enriquecen la trama. La fotografía así como la elección de los encuadres colaboran para conseguir una sensación de atemporalidad. Aspecto que se encuentra estrechamente vinculado con la idea de un contexto de actualidad que se reafirma con el color en las imágenes.
Considero que esta película es digna de ver varias veces, ya que seguramente descubriremos mensajes entrelineas y comprenderemos más aún ciertas alegorías de la realidad, sello del director alemán, que es muy sutil a la hora de narrar una historia, sin dejar nada librado al azar, subrayando cada silencio, y con la delicada invitación a que el espectador se haga partícipe en sus películas.