No abras nunca esa puerta
Nuevamente interesado en la época de la Segunda Guerra Mundial, aquí vuelve un director húngaro de gran predicamento entre el público local en los años '80.
Allá por los años '80, al espectador argentino se le reveló el nombre de Itsván Szabó, un cineasta húngaro de prestigio que ya venía haciendo cine desde hacía dos décadas.
Fueron suficientes tres films de su larga trayectoria para que se convirtiera en uno de los preferidos del público: el triunfalismo nazi durante la Segunda Guerra Mundial y el encubrimiento a través de las máscaras (Mephisto); el Imperio Austrohúngaro desde una perspectiva compleja (Coronel Redl), y la historia de un hipnotizador que prevé la llegada de Hitler (Hanussen), con el gran actor Klaus Maria Brandauer encarnando los roles centrales.
Conformaron una trilogía donde el director desarrollaba su tema predilecto: la lucha del hombre viviendo situaciones límite frente a un poder políticoy social que oprime al máximo. Luego vendrían, entre otras, Encuentro en Venus, Conociendo a Julia y Sunshine, películas más globales en lo temático y bastante lejos del tenso maquillaje que corría por el rostro del sufrido y también poderoso Mephisto.
Luego de una década, Szabó vuelve a interesarse por la Segunda Guerra, tomando como eje una novela ubicada a pocos años de terminado el conflicto bélico. La acción se ubica en Hungría y confronta dos mundos: el exitoso en ciernes que representa la escritora Magda (Martina Gedeck) y el universo personal de su casera, la silenciosa Emerenc (Helen Mirren). En esa particular no-amistad entre ambas mujeres, la película juega con el pasado oculto de Emerenc, una puerta cerrada y un secreto que se revelará en los últimos minutos.
Sin ambigüedades de por medio y aferrada a un guión que se excede en sus supuestas maniobras inteligentes, la narración fluye desde las características de los personajes, omitiendo la posibilidad de que el marco de época actúe con fuerza dentro del relato. En ese punto, Tras la puerta es un ejemplo acabado de cinéma duqualité (como decía la crítica francesa en los años '50), donde una película avanza de acuerdo a la dictadura del guión, anulando todo intento de que se construya algo relacionado al lenguaje cinematográfico.
Los flashbacks de manual, la música de Schumann que actúa como subrayado sonoro y la inserción de un par de historias paralelas sin sustento dramático, refuerzan las minusválidas ideas del film de Szabó. Si a todo esto se le opone un par de buenos momentos donde se establece un debate dialéctico y social entre las dos mujeres contrastantes en el plano ideológico, hasta que la puerta se abre de una vez por todas, la razón es simple y concreta y tiene relación con las esforzadas interpretaciones de Mirren y Gedeck. Pero resulta poco, casi nada para un cineasta de prestigio.