Lo más hermoso de la película reside en ser testigos de una transformación a través de la ficción. El interés inicial por vidas ajenas pone en movimiento una experiencia de ficción. En el epílogo, Laura ya no sigue las pistas de los otros; ella transita directamente la ficción. Y si eso es posible se debe a que Citarella puede sacar provecho de una carta, una emisión radial, una fotografía, la cita de un libro o un personaje mítico de la Historia estableciendo conexiones inesperadas y entretejiendo un relato movedizo y ejemplar de cómo yuxtaponer tiempos y puntos de vista disímiles sin perder el dominio narrativo. Transmitir el placer de la ficción y sus efectos inadvertidos sobre la intimidad es la gran hazaña estética de Trenque Lauquen. No sucede todos los días.