La poética de un filme como “Tres D” (Argentina, 2014) reside, principalmente, en su habilidad, o mejor dicho, la de su director, Rosendo Ruiz, en construir un discurso que trasciende cualquier puesta formal y que además incorpora un análisis sobre el propio medio en el que se emite su historia, el cine.
Ruiz, más allá de contar las idas entre Matías (Matías Ludueña) y Micaela (Micaela Rittaco) en medio del FCIC, sus trabajos y su pasión por las películas, habla de una recuperación nostálgica y principalmente cinéfila sobre un soporte que día a día desvirtúa cada vez más su esencia.
Matías (Ludueña) es convocado a realizar una serie de entrevistas a realizadores y críticos como José Celestino Campusano, Nicolás Prividera y Gustavo Fontán, en el medio del Festival. La excusa es ideal para que además el joven pueda hablar como Ruiz y así sentenciar algunas máximas acerca de la actividad y el propio cine que en el último tiempo se han ido reafirmando entre un grupo selecto de la crítica especializada.
En el punto más controversial hay una serie de personalidades que indican que cuando la crítica olvida la forma y sólo se detiene en el contenido, esta es vacua y líquida y nada suma al aporte constructivo de su función.
También hay otra sentencia, que cada vez toma más notoriedad, y es la que indica que sólo están habilitados para criticar aquellas personas que dirigen, ya que son los más “habilitados” para hablar sobre filmes.
Ruiz explora estas ideas, dejando a los protagonistas el debate, y en el medio incorpora elementos narrativos específicos para dinamizar el relato, que de una manera u otra se erige como una construcción discursiva bien específica sobre la actividad y la industria.
Los paisajes del Valle de Punilla, con Cosquín como epicentro de un fenómeno solar al que sólo se puede escapar con la utilización de anteojos, y los de películas tres D funcionan muy bien, son solo la excusa para poder mediatizar imágenes festivaleras recurrentes y en las que no importa el nivel actoral casi nulo de sus protagonistas, sino que importa la recuperación de una narrativa clásica en un espacio nuevo.
Si “Tres D” es leída como una película que aporta conocimiento, es sólo el resultado específico de una necesaria utilización de la entrevista, no importa dónde sea, para exponer ideas sobre el medio, y que sólo de otra manera quedarían reducidos como afirmaciones estancas dentro de un corpus concreto.
Pero “Tres D” es más que esto, porque a su vez, en la lógica emocional y en aquellos desplantes de Matías a Micaela, o en la suma de una pareja en conflicto, sigue revelando que el espacio otorgado a los protagonistas crece en cada plano que se registra.
“Tres D” es un aire nuevo a aquellos formatos documentales y altera la realidad de los personajes aprovechando el buen lugar que el FCIC le brinda. Rosendo Ruiz se afirma como un realizador que en el detalle y en los planos puede armar un discurso potente sin caer en tecnicismos y sin aburrir.