La batalla contra la malvada madrastra no descansa
La relectura de los clásicos permite a las nuevas generaciones ver con sus propios ojos los cuentos con los que sus antepasados crecieron y, eventualmente, se formaron. Ello pasó varias veces con Blancanieves, la propia Cenicienta (recordar la versión con Drew Barrymore y Angélica Huston es obligación) y hasta Hansel y Gretel. Esa parece ser la idea de la directora Cecilie A. Mosli, que plantea un nuevo acercamiento discursivo a la historia del personaje popularizado por los Hermanos Grimm.
Con el papel protagónico a cargo de la cantante pop Astrid S, el film noruego propone una nueva idea que en orden de una reversión ligera, deriva en una producción aceptable y honesta. Con una serie de pergaminos en su haber, la realizadora pone el foco en el sostén de su idea con lineamientos narrativos que pueden ser naif, pero que funcionan en el todo.
Con base estructural en la situación que depende del consabido baile, todo a partir de ese punto se define en una sucesión de situaciones, enmarcadas en un perfecto trabajo de fotografía. La disposición de las secuencias resulta en evitar la caída del interés del espectador.
Las máscaras resultan en un punto de adecuado adorno estético, que remite a relatos de similar tenor. Sin la dependencia de la figura mágica que resuelve todos los problemas, el personaje interpretado por la debutante logra mayor vuelo.
Por supuesto el príncipe sigue allí, tanto como la madrastra, pero en pos de reordenar algo de la historia original debe quedar. Así el sentido imaginado en su momento no desaparece de manera absoluta.
La confluencia de los jóvenes resignifica todo lo que se propone Tres deseos para Cenicienta. En suma, la novedosa forma que adquiere el mundo de Cinderella invita a verla como opción valorable, considerando la selección de los estrenos de esta semana.