Tres deseos para Cenicienta es una remake noruega del clásico homónimo del viejo cine soviético de fantasía que solía brindar el director Václav Vorlíček.
Un maestro del género que realizó numerosos cuentos de hadas que luego obtuvieron estatus de culto dentro de las producciones europeas.
The Prince and the Evening Star (1979) es otra joya genial de su filmografía.
En 1973 sorprendió con una de las mejores y más creativas adaptaciones que se concibieron en torno al cuento de Cenicienta y que desde entonces se convirtió en un clásico de la temporada navideña en Rusia, la República Checa y Eslovaquia.
La particularidad de esta propuesta es que desarrolla un relato más inspirado por la versión de los Hermanos Grimm, y el relato homónimo checo de Božena Němcová, que trascendió por darle a la heroína un rol más activo en el conflicto, a diferencia del cuento de Charles Perrault, donde el hada madrina le resolvía todo los problemas a la protagonista.
El tema con esta propuesta es que desde su debut en la pantalla grande en 1899, con el corto de George Méliès, la gran mayoría de las adaptaciones siempre tomaron como fuente la obra de Perrault; en parte porque fue la interpretación más accesible para el público infantil.
En la producción soviética los elementos fantásticos estaban representados por tres avellanas mágicas y Cenicienta se desempeñaba como una impecable cazadora disfrazada de hombre.
La remake noruega narra el mismo conflicto con la particularidad que mejora algunos aspectos que hacían ruido en la película original.
El cambio más importante es el retrato del príncipe que era un imbécil pusilánime y en este film tiene un papel mucho más digno.
Nunca quedaba claro por qué Cenicienta se enamoraba de semejante marmota y la directora Cecilie A.Mosli corrige con acierto esa cuestión.
El rol principal quedó a cargo de Astrid S, una cantante pop que sorprende con una muy buena interpretación para tratarse de su primera incursión en el cine.
Dentro del reparto es la figura más carismática y cuenta con sus momentos destacados junto con Ellen Dorrit Perersen, a cargo de una macabra madrastra.
Un par de cuestiones que no funcionan tan bien en esta versión son el tratamiento del humor que no llega a dar gracia y el contenido de inclusión forzada, representado en una pareja gay que metieron con un calzador para darle un perfil moderno a la remake.
Dos personajes que no tienen ninguna relevancia en el conflicto y aparecen casi como extras para recordarnos que la película se filmó en el 2021.
La resolución del acto final también se siente un poco acelerada como si hubieran obligado a la directora a presentar un corte que durara menos de 100 minutos.
Salvo por esos detalles en general es una buena propuesta de fantasía que trae una versión de Cenicienta que la gran mayoría del público desconoce.