La tercera película del realizador turco Nuri Bilge Ceylan lleva el mismo título de la leyenda de los monos sabios. Tres monos, el primero se tapa los ojos para no ver la maldad, el segundo se tapa los oídos para no escucharla, el tercero se tapa la boca para no decir maldades.
Son tres los personajes de este filme. Tres, como los monos. Aunque Ceylan incorporó un cuarto personaje que tiene la misma actitud que los otros. Nada ven, nada dicen, nada escuchan.
Un marido, su mujer, el hijo de ambos, un político para el que trabaja como chofer el jefe de la familia.
Una familia al punto de la desintegración en la que cada integrante no reconoce lo que hace pero juzga lo que hacen los demás. Todo bajo el dominio económico de un jefe laboral que también ha destruido su vida.
Ninguno de los cuatro acepta que construyó su autodestrucción pero reconoce la de los demás para aliviar su culpa.
Todos conocen todo de los otros, pero no lo dicen, hacen como que no lo vieron, no quieren escuchar nada más.
La angustiante historia atrapa al espectador desde los primeros minutos.
El político atropella con su automóvil a un peatón y lo mata. La campaña electoral está próxima y no puede exponerse. La solución que considera como óptima es la de proponer a su chofer que se declare culpable del hecho, que vaya a la cárcel y una vez cumplida la condena recibirá una importante suma de dinero que solucionará su vida.
No se considera como compensación sino como solución. Un negocio y nada más.
Para la mujer y el hijo del chofer la espera será larga, difícil de sobrellevar. Darán manotazos a la vida para tratar de escabullirse de ese clima claustrofóbico en el que viven.
El elenco es muy parejo en sus trabajos para cubrir estos difíciles personajes que deben expresar mucho más con los silencios que con las palabras o las acciones.
El realizador Ceylan maneja los tiempos de este drama con precisa justeza. La tensión in crescendo marca al espectador los límites a los que están sometidos los personajes. El estallido llega y pasa sin dejar soluciones ni determinaciones, pero agregando conflictos que desde la platea serán en un primer momento imperceptibles.
El pasado les pesa a los cuatro implicados en esta historia, pero el director (también guionista) remarca cuadro a cuadro que lo que pasó ya no tiene vigencia, es irremediable.
Mediante una particular corrección de color, Ceylan logra expresar el uniforme estado de ánimo de todos.
Una obra que deja al espectador pensando sobre la inconveniencia de no reconocer las culpas y asumir las ajenas para evadir las propias. También movilizará la observación hacia el enquistamiento que provoca "el no hacer".
Este filme representó a Turquía para el Premio Oscar y Nuri Bilge Ceylan ganó como Mejor Director en el Festival de Cannes 2009.
Es una realización de cine de autor que seguramente agradará a los cinéfilos y a los espectadores seguidores de historias sobre heridas del alma que provocan conflictos familiares.