La vida narrada en tres actos
Casi una década después de Comment je suis disputé... (ma vie sexuelle), Arnaud Desplechin vuelve a darle vida a Paul Dédalus, suerte de alter ego del director francés que interpreta Mathieu Amalric, para algo así como una autobiografía en donde los recuerdos de su vida sentimental se exponen con elegancia, sentimiento y un abanico de recurso narrativos para ofrecer una puesta fluida, inteligente y emotiva.
Con un relato estructurado en tres partes bien definidas, extensos flashbacks que primero indagan en la niñez de Paul signada por el suicidio de su madre y el distanciamiento de su padre -al que nunca llega a conocer realmente-, luego se desarrollan a ritmo de un thriller cuando el protagonista, apenas un adolescente, viaja a Rusia y es parte de una trama de intrigas, aventuras, dobles identidades y claro, la posibilidad de ayudar a los oprimidos judíos soviéticos y ser un héroe. Y al final –también en el medio, o mejor, suspendido y prevaleciendo sobre la maraña de recuerdos-, la relación de Paul (brillante Quentin Dolmaire como el joven Dédalus) con la intensa, adorada y contradictoria Esther (Lou Roy-Lecollinet), primera novia, amour fou bien francés, recuerdo idealizado, musa para siempre.
La película del autor de Reyes y reina y Un cuento de Navidad, que se presentó en el 68 Festival de Cannes y fue elegida como el film de apertura en el reciente Festival de Cine de Mar del Plata, está contada en primera persona en la voz del antropólogo Paul Dádalus, detenido al ingreso a París luego de una larga ausencia que lo llevó por exóticos destinos por el mundo, al comprobarse que su pasaporte coincide con una persona fallecida en Australia.
A partir del interrogatorio a cargo de un sagaz agente de inteligencia, Desplechin desgrana los tres actos de la historia, complejiza ese camino en donde el tránsito de la niñez a la adolescencia y más adelante a la vida adulta cuenta con una maravillosa comprensión de los que fueron él, uno solo y su historia desdoblada, otra vez él ya adulto a la hora del balance, en el que la nostalgia es el potente vehículo donde convergen los interrogantes sobre la suerte de la multitud de compañeros de ruta y sobre todo, el amor para toda la vida de la luminosa y atormentada Esther. Un film que explora las posibilidades de contar en voz alta la propia existencia, para que quede el testimonio de una experiencia única e intransferible.