La gran ventaja de contar con un buen presupuesto para hacer una película, aún ante un guión como el de “Tres tipos duros”, es la de saber invertir bien el dinero.
No es que no sea tentador contar la historia de un convicto que al salir de la cárcel, luego de cumplir su condena de 28 años, es recibido por su cómplice y amigo, cuya misión es matarlo ante el apriete/extorsión del “cerebro” de un golpe fallido hace tanto tiempo. Puede resultar algo interesante si se pone la mirada en aspectos más profundos de las relaciones humanas, pero a esta altura creo que eso es inherente a otro estilo de cinematografía, e incluso a otros géneros.
De hecho ya casi no se escriben historias de este tipo. Como si pertenecieran a una época en la que la amistad en este contexto estaba cobijada por otros valores. Por caso, el título original, “Stand up guys”, se puede traducir mejor como “hombres de ley”, esos que mueren con la suya sin traicionar los códigos.
Decía entonces, la buena inversión pasa por depositar el dinero en las cuentas bancarias de actores de renombre que puedan darle a la historia un plus. Un sello distintivo a la hora de interpretar cualquier papel.
Aquí tenemos a Val (Al Pacino) y a Doc (Christopher Walken). Antes de las 10 am este último deberá matar al primero, no sin antes reencontrarse, hablar de tiempos perdidos, fidelidad, códigos entre pares, mientras pasan una última noche de reviente como si los años no hubiera transcurrido.
Esto de recuperar lo perdido sirve de aliciente para que el espectador pueda conocer en profundidad a los personajes. Lo suficiente como para generar empatía con ellos, acaso quererlos, aunque no representen exactamente lo mejor de la vida en sociedad.
En este aspecto la cosa sigue por un andarivel tradicional bien conocido. O acaso no nos enamoramos de personajes como Roy Earle (Humphrey Bogart) en “Altas sierras” (1941); de “Bonnie and Clyde” (1967) o de Joss Baumont (Jean Paul Belmondo) en “El Profesional” (1982). Asesinos, ladrones o gángsteres que de alguna manera representaban cierta rebelión “romántica” contra cualquier sistema.
De esa materia están hechos los personajes de “Tres tipos duros”, y de nuevo la felicitación por la inversión en el elenco porque de alguna forma también representa esa suerte de último round para estos actores (en este género, claro está).
Los que vamos al cine desde hace algunas décadas (y cualquiera con sensibilidad ante el talento) reconocemos en los grandes artistas la capacidad para manejar de taquito estos roles, y nos hacemos un poco cómplices aunque la trama descuide el verosímil.
Salvando las distancias, algo parecido sucedió con el regreso de los héroes de acción en “Los indestructibles 2” (2012). No se trata de medirlos con la vara rígida del análisis solemne y frío que suelen tener algunos eruditos del arte, sino de disfrutar un poco más de lo que todavía pueden entregar a los fans del cine de otras épocas.