Irse con poco estilo
Allá por 1979 se estrenaba Going in style, con los veteranísimos George Burns, Art Carney y Lee Strasberg, quienes interpretaban a tres amigos que decidían ponerle un poco de emoción a ese instante de parón en la vida que es el de la vejez, robando un banco. Era, también, una forma de homenajear al pasado: en el cine el pasado siempre es el cine; esas imágenes que como ninguna han estampado la leyenda, y la leyenda se construye, obviamente, con tiempo. Y el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, y se ve que la mezcla de comedia y policial es la que ha elegido Hollywood para que algunas viejas glorias decidan expresar una forma de estar vivos. La comedia, que es la de mostrarse un poco patéticos y reírse de sí mismos, y el policial, o ese amor por las armas que tienen los norteamericanos y con las que de demuestran que aún son hombres de acción. Curiosidad: si la película en vez de estar protagonizada por viejos es protagonizada por viejas, las mujeres descubrirán su potencialidad para el sexo maduro y en vez de andar a los tiros.
Tres tipos duros (que en verdad son dos: Alan Arkin no tiene más que una participación) es como una reactualización de aquel irse con estilo: a la comedia geriátrica con elementos de policial se le agregan drogas, prostitutas, justicia por mano propia, entre otros componentes más de estos tiempos del cine. El ex criminal Val (Pacino) sale de la cárcel luego de cumplir 28 años en prisión y lo espera Doc (Walken) uno de sus viejos cómplices, quien además de la hospitalidad tiene un trabajo: debe asesinarlo. Lo que hace el director Fisher Stevens es plantear esto como un drama crepuscular, con elementos de comedia y violencia que van puntuando una travesía nocturna como en Después de hora: ambos compartirán la noche y, cuando amanezca, el trabajo debe sellarse. Pero como Val sabe lo que le espera, el juego sobre el suspenso pasará por ver cómo cada uno se hace cargo de su rol, con sus códigos intactos.
Más allá de lo que cuente el film, o de lo que intente hablar (el paso del tiempo, la pauperización de los códigos del pasado), hay que decir que el centro del relato es indudablemente lo extra-cinematográfico: es la autoconsciencia de un grupo de veteranos de la industria del cine que deciden resignarse a ser material de descarte y demostrar que, aún viejos, pueden entretener a las masas. Suponemos que hay en ese movimiento una crítica a un sistema, que es el del negocio del séptimo arte, que no le otorga un lugar a los veteranos. Y esto es, convengamos, una verdad a medias: por ejemplo tipos como Clint Eastwood han sabido ocupar su lugar con una mirada universal y a la vez personal. Cualquier película de los 90’s de Eastwood, cuando protagonizaba y tenía la edad que ahora tienen los Pacino y los Walken, era más interesante que esta comedia policial que apenas puede rankear como simpática. Pensemos también en los héroes de acción que hoy integran Los indestructibles: pero Pacino, actor del método como es, no aceptaría tal ejercicio de autoconsciencia. Es decir, lo que sobresale (en el caso de Pacino más que en el de Walken, seamos honestos) es la impericia del actor por encontrarse un lugar digno en el presente de la industria cinematográfica. Pero de esto, hace ya tiempo: ¿cuánto hace que Pacino no deja una actuación destacada? ¿Que no participa de un proyecto atractivo? Con Pacino pasa algo curioso: gran estrella del pasado, actor de los directores más interesantes, con el tiempo se volvió una caricatura de sí mismo. Y eso ocurrió por sus propias decisiones.
Tres tipos duros, entonces, es atractiva cuando explicita su transcurrir casi de letargo, en esa madrugada de charlas y comidas que terminará sangrienta con el amanecer: hay en su narración casi un ritmo de blues, y la tristeza surge esporádicamente aportándole verdad a la imagen. Pero encuentra sus límites cuando apela a momentos de humor vulgar mal manejados, con viagra y erecciones y demás, y también a un sentimentalismo algo básico sobre segundas oportunidades familiares. Digamos que la vulgaridad la aporta un Pacino desbordado, como casi siempre, y la emoción un Walken preciso al que sólo le alcanza con poner su cara para hacerse cargo del personaje más interesante: aquel que esperó 28 años para cumplir un trabajo y al final quedar libre. En todo caso si de algo no podemos cuestionar al director y al elenco, es que Tres tipos duros intente ser mucho más que lo que es: dos viejas glorias haciéndose un poco los monigotes. En las expectativas que depositemos como espectadores quedará cifrado el resultado del film, y tenemos que reconocer que más allá de todo, la película fluye, entretiene, despierta algunas risas y el final hace justicia, aunque de manera poco elegante, a los personajes.