Maratón de una noche
Hablar de códigos y lealtades en un ambiente donde la traición sucede como moneda corriente es el desafío de esta comedia atípica que reúne a tres secuaces retirados -o casi- que vuelven a las andadas para rememorar viejos tiempos en burdeles, persecuciones automovilísticas y enredos a tiros. Los viejos compañeros de andanzas son nada menos que: Doc (Christopher Walken); Val (Al Pacino), recién salido de la cárcel luego de una larga condena, y Hirsch (Alan Arkin), confinado en un geriátrico, de donde lo rescatarán sus antiguos colegas. La singularidad de “Tres tipos duros” reside en que el acento no está puesto en el humor -aunque sea una comedia- sino en la tensión de un problema crucial: una muerte por encargo. Porque lo que es moneda corriente en la dura vida de cualquier gángster, se transforma cuando implica la cabeza del mejor amigo. Entonces, el dilema ético y con plazo fijo atormentará a uno de ellos durante una jornada completa que incluirá fundamentalmente el desenfreno de una última noche en compañía.
El film comienza en el austero departamento de Doc/Walken, con un oscuro pasado que le ha permitido llenar una valija de dólares arrumbados en un rincón de su pequeña vivienda y cuya principal actividad del presente es la pintura de paisajes. Precisamente, la película se inicia y concluye en un amanecer o crepúsculo (según como se lo mire) sobre un puente neoyorquino.
Gangsters sentimentales
Es difícil en el cine de hoy en día encontrar personajes queribles, porque las expectativas se corren del desarrollo dramático hacia el acento en la acción, cada vez más reforzada con efectos visuales. Pero éste no es el caso de “Tres tipos duros” que se focaliza en los protagonistas y sus decisiones trascendentales. Este trío no exento de humor, aún marcado por el presente desencantado y acorralado por la decadencia física, remite lejanamente a “El Dorado”, penúltimo film de Howard Hawks en 1967, con los veteranos Mitchum y Wayne como expertos tiradores en bandos opuestos pero unidos por una gran amistad en el pasado.
La fotografía tiene abundantes secuencias rodadas en interiores y en escenarios nocturnos que subrayan el tono oscuro y nostálgico -pero también cómico- del relato, como la secuencia más alta filmada en el cementerio donde la dupla de amigos crea un momento de ojos humedecidos y palabras memorables. La música tiene su momento especial, porque ni el alcohol, las pastillas o los achaques impiden desembocar en una escena romántica y sentimental como la que recuerda a “Perfume de mujer” en la pieza bailada por Al Pacino y una bella desconocida en una discoteca. Nominada a los Globos de Oro 2012 también por su mejor canción original, la peli ofrece más de un soul y blues afines como un traje a medida.
Aspirando al cielo
Un aire zumbonamente redentor sobrevuela entre estos bandidos que citan a la Biblia y van al confesionario. En la heterogeneidad de esta comedia, siempre circula una fuerte tensión dramática por debajo de las risas, con un tono distendido, divertido y sarcástico, por momentos patético. Más allá de los chistes algo burdos y escatológicos, el tema central es una emocionante historia de lucha interna y ética.
A pesar de sus transgresiones, el film cumple con constantes esenciales del género: exaltación de la amistad, lucha por la dignidad, defensa de los débiles (la reivindicación de la prostituta agredida), la relación con la joven nieta de Doc/Walker que recuerda la de la adolescente y Mastroianni en “La Dolce Vita”, en tanto contraste de mundos opuestos que a pesar de todo pueden en algún punto conectarse y entenderse.