Trolls

Crítica de Laura Petroff - El Lado G

Muy al estilo Dreamworks. Los números musicales constantes tal vez aburran a algunos, pero el humor ATP compensará muy bien esta desventaja.

Hace rato que la industria de los juguetes no crea una monstruosidad que absolutamente todos tienen en sus casas. La Barbie como objeto coleccionable murió, el patio del recreo hace años que no ve un BeyBlade y el Furby que miraba todo desde una repisa está guardado en una caja desde la década del 90. No es extraño, dada la sobreestimulación que los más chicos reciben de otros lugares: tal vez tener la misma ropa que una celebridad es hoy más atractivo que un juguete, y los videojuegos y celulares que se actualizan constantemente son una obsesión que atraviesa generaciones. Una de las modas más duraderas son los muñequitos Trolls, que se crearon en 1959 y regresan hoy a las pantallas buscando repetir esa gloria inmensa que alguna vez tuvieron.

Los bergenos, durante muchos años, conservaron un árbol de trolls en el medio de su reino. Vivían constantemente deprimidos o enojados, y el sabor de un troll era lo único capaz de darles un ratito de felicidad. Hace ya 20 años que los trolls escaparon de estos depredadores, pero una chef bergena sigue obsesionada con ellos. La princesa de los trolls, Poppy (Belinda), ama bailar, cantar y abrazar, igual que todos los de su especie, y organizó una enorme y ruidosa fiesta. Ramón (Aleks Syntek) no baila ni canta ni abraza, y se opone a la fiesta para no atraer bergenos. Dicho y hecho, la chef los encuentra y se lleva unos cuantos a su reino. Poppy, que se siente culpable por haber causado semejante desgracia, se une a Ramón y a pesar de sus personalidades opuestas, salen juntos a rescatar a sus amigos.

Dreamworks decidió darle mucha confianza a personas que hace bastante trabajan con ellos. Trolls tiene dos directores: Mike Mitchell, director de Shrek Para Siempre (2010), y Walt Dohrn, que colaboró en partes menores, desde guión hasta actuación de voz en casi toda la franquicia de Shrek. Los guionistas, Jonathan Aibel y Glenn Berger, trabajan juntos hace años y una de las películas más famosas del estudio: Kung Fu Panda (2008), es creación suya. El resultado es muy Dreamworks: canciones, colores, chistes ridículos y silencios incómodos. Funciona, aunque también cansa un poco.

Los artistas de doblaje hicieron un trabajo excelente. Como los números musicales son muchísimos, se eligieron a dos cantantes para prestar su voz a los personajes principales. Belinda, la cantante mexicana, le da vida a la Princesa Poppy y Aleks Syntek, al chinchudo Ramón. El diseño del mundo en el que los personajes se desenvuelven es espectacular. Las texturas de los bosques, indumentaria y objetos es similar a la del paño lenci, pero dentro del reino de los bergenos todo es duro y frío, como de piedra. Es una elección de diseño inteligente, que permite al espectador sumergirse más efectivamente en la atmósfera de cada parte de la trama.

La constante búsqueda de nuevos bichitos tiernos para invadir el cine y la TV es un poco alarmante. El fenómeno que fueron los Minions parece difícil de repetir, y mientras tanto Universal llena sus arcas hasta que la fiebre amarilla deje de tener efecto. ¿Será Trolls el nuevo monstruo mediático que saturará el mercado con soquetes, mochilas, lápices, juguetes y disfraces? No hay manera de saberlo. Lo que sí se sabe es que el mundo necesita personajes nuevos para adorar, como en una época lo fueron Felix el Gato (1919), Garfield (1978), los Looney Tunes (1947), Hello Kitty (1975) o Winnie Pooh (1926).