Tron (1982) fue un producto de su tiempo, en donde la gente apenas sabía como funcionaba una computadora y se dejaba llevar por esa fantasía disparatada que nos contaba que existían fuerzas del bien y del mal coexistiendo en una dimensión digital residente en nuestros ordenadores. En realidad era un filme bastante mediocre pero tenía un par de ideas y un par de secuencias de efectos especiales que fueron revolucionarias en su momento, y que le ganaron un lugar en la memoria de millones de espectadores afiebrados durante el inicio de la era de la informática hogareña a principios de los años 80. Tron se transformó en fenómeno de culto con la llegada del VHS, y la Disney trató un par de veces de generar una secuela, algo que recién terminaría por concretar 30 años después.
En sí, Tron: El Legado es superior a su antecesor. Ya no hablo de los FX - los que después de 30 años han sufrido drásticos avances - sino del argumento, que al menos es algo más coherente y definitivamente menos estúpido. Uno debe considerar que en el medio estuvo Matrix (1999) - que tomó las ideas básicas de Tron y se transformó en una especie de versión 10.0 de la historia -, con lo cual los guionistas de la secuela debieron devanarse los sesos para presentar algo no tan naif como el original y que sonara coherente a una audiencia familiarizada de sobra con los computadoras, Internet y toda la parafernalia informática de hoy en día. En 1982 lo más sofisticado que existía era una Commodore 64, y de las cuales existían 1 cada 10.000 hogares.
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En todo caso Tron: El Legado es un cabal ejemplo de lo que llamaré "la industria hollywoodense del primer acto". Esto es, libretos que circulan por la meca del cine y que contienen primeros actos espectaculares - ideales para generar un gran trailer, narrados por el locutor meloso de turno -, pero que luego no tienen ni la más mínima idea de cómo seguir desarrollando la premisa (y, mucho menos, de mantener la excitación inicial). Los productores los compran y los financian en base a ese primer acto, y nadie se calienta en pulir lo intermedio o el climax. Ejemplos de esto hay a raudales, como la remake de El Día que Paralizaron la Tierra o Dreamcatcher entre tantos otros casos. Aquí el filme va sobre ruedas, con un protagonista carismático y un desarrollo inteligente (aunque algo copiado de la saga moderna de Batman, con otro niño millonario temerario y despreciativo de la empresa que la ha tocado en herencia), hasta que el libreto empieza a hacer agua desde el momento en que padre e hijo se reunen en la dimensión digital. Empecemos por decir que Jeff Bridges tiene libros de papel (QC!) y deglute comida en dicha dimensión (¿de dónde sale? ¿comen arvejas electrónicas? ¿ciberpollos? ¿dónde los crían?). Desde la escena de la cena, uno se da cuenta de que los libretistas no tienen la más pálida idea de como seguir el desarrollo de la trama - o como crear reglas para un universo digital -, y caen en cosas demasiado standares que no se condicen con el universo que plantea la historia. ¿Boliches para que se diviertan los programas renegados? ¿Dueños de boliches que trafican identificaciones falsas? ¿Qué es esto? ¿Casablanca (1942)?
Por si fuera poco, el libreto comete dos gruesos errores que demuestran su escaso vuelo inspirativo. Primero, transforma a Jeff Bridges en una especie de Yoda electrónico, dándole superpoderes para alterar el entorno y que aparecen justo en el momento en que el guión no sabe como resolver una situación (como el absurdo climax). Segundo - y que me parece el más grosero de todos - es que el Tron del título ha quedado relegado a un papel miserable y sin peso. En el filme de 1982 Tron era un guerrero legendario, elegido de una profecía para restaurar el equilibrio en el mundo digital. Pero ahora el libreto privilegia al taquillero y oscarizado Jeff Bridges y reduce a Bruce Boxleitner (el Tron original) hasta el punto de convertirlo en un cameo en su propio filme. Esto es bastardizar la idea en base a la trayectoria / poder de box office de los actores. Es tan atroz e injusto el destino designado para Boxleitner / Tron que uno termina indignado.
Eso no quita de que Tron: El Legado esté ok y sea entretenida. Los efectos especiales son espectaculares. La acción está filmada con virtuosismo, las actuaciones son buenas. Pero a uno le da la sensación de que se podía haber sacado más el jugo a semejante esfuerzo con una historia más pulida, y dándole a Tron el lugar que merecía. Así como está, se deja ver y tiene guiños para los fans del primer filme, pero está lejos de hacer algo memorable.