Trumbo, un comunista en apuros
Podríamos decir que una buena película biográfica (o biopic) es aquella que logra captar algo esencial del biografiado a pesar de la necesaria reducción de su historia vital a tres o cuatro escenas más o menos interesantes. Por eso, a pesar de que no se puede contrarrestar fácilmente las críticas que se le hacen a Regreso con gloria (por el bien de todos nosotros llamémosla Trumbo) acerca de su linealidad y alteración de algunos hechos y esquematismo, tampoco se nos debería escapar su calidad como film, apoyado básicamente en dos aciertos fundamentales: una historia interesante, y su tono absolutamente adecuado que va a medio camino entre el melodrama y la comedia.
El director Jay Roach (Austin Powers, La familia de mi novia) entre otras cosas apunta a los años en los que Trumbo sufrió la persecución del macartismo, es decir la caza de brujas política iniciada por el senador McCarthy en el año 1950. Trumbo fue uno de los Diez de Hollywood, primera infame lista negra integrada por otros guionistas, técnicos y directores. Roach no le escapa a las necesidades del relato de ascenso, caída y redención que está contando, de hecho queda claro desde el principio que no le interesa que su película sea un documento histórico riguroso. Tan sólo aprovecha como contenido el material que le provee la biografía de Trumbo para hablar un poco de las tensiones políticas y los intereses cruzados en el Hollywood post Segunda Guerra Mundial. El tono y el ritmo es el de una comedia, una comedia dramática si se quiere, y el protagonista principal es el doble estándar universal sobre el cual se cimenta toda la estructura social norteamericana.
Hablando en serio, el protagonista es Dalton Trumbo, novelista, guionista y también director interpretado más que decentemente por Bryan Cranston. Evitemos hablar de Breaking Bad: Cranston es un buen actor que mejora cuando le toca interpretar personajes intensos, por lo cual el famoso carisma e ironía constante que se le atribuyen a Trumbo le vienen como anillo al dedo para su interpretación. De hecho la ironía y la autoconciencia de la mirada de Trumbo sobre el mundo es la que atraviesa todo el relato. El Trumbo de Cranston y Roach está hecho para exponer la crisis de valores que atravesaba (y atraviesa) Estados Unidos, donde un grupo de parias políticos trabajan en la clandestinidad para las mismas empresas que los hicieron parias; y donde aquellos que levantan las banderas del nacionalismo, la moral y la pureza política, son en realidad unos prepotentes con poder de lobby que sólo intentan eliminar a la competencia, como la infame periodista Hedda Hopper interpretada aquí por una correcta Helen Mirren.
Es cierto que algunas de las costuras de Regreso con gloria (perdón, quise decir Trumbo) se ven demasiado fácilmente: por ejemplo cuando el personaje de la hija del escritor, Niki Trumbo, pasa de ser interpretada por Madison Wolfe a Elle Fanning, porque supuestamente pasaron unos años y la chica creció. Lo cierto es que el cambio es un poco abrupto y desprolijo, porque en la cronología de la película no pasa tanto tiempo. Al parecer, Roach necesitaba más peso dramático en el personaje de Niki en la segunda mitad de la película.
Algunos le han reprochado a Regreso con gloria cierta falta de rigurosidad histórica. Esta dificultad no nos interesa tanto como el tratamiento superficial que se le da al cierre de algunos conflictos, o como la mirada sobre la realidad que se desprende de la película, que tiende al maniqueísmo. De todas maneras, Trumbo se apoya bien en sus sostenes genéricos y en su solidez como para que esas pequeñeces no nos dejen disfrutarla.