Contra la fuerza, el ingenio
“Regreso con gloria” no es una película más sobre el macartismo. La censura instaurada en Hollywood en la posguerra fue un capítulo para olvidar de la industria. Cientos de actores, actrices y directores fueron puestos en listas negras o cedieron a las presiones del Comité del Congreso que investigaba las llamadas “actividades antinorteamericanas”. Entre todos ellos hubo algunos que encontraron la vuelta y pudieron trabajar. Dalton Trumbo estuvo en ese grupo. Fue uno de los guionistas más cotizados, ganador de un Oscar secreto, simpatizante de izquierda que proponía compartir las ganancias de los estudios con actores y técnicos. Sus ideas pronto generaron sospechas, lealtades y traiciones. Esa es la historia que cuenta “Regreso con gloria”, pero no lo hace al modo de un biopic clásico, acentuando los momentos dramáticos y subrayando las virtudes. Al contrario, tanto el guionista como el director se permiten altas dosis de ironía. Una minuciosa reconstrucción de época se suma a una narración rigurosa y con tramos de material de archivo, que solo al final se permite unos minutos de retórica sensiblera, lo que no le resta mérito a un filme que en la última entrega de los Oscar pasó casi inadvertido, con excepción de su protagonista. El 90 por ciento de la responsabilidad recae en Bryan Cranston, el mismo actor de “Breaking Bad”. El intérprete, ganador de cinco Emmy por esa serie y candidato a un Oscar por su trabajo en “Regreso con gloria”, da una nueva muestra de su capacidad de transformación con un delicado equilibrio entre el idealista defensor de los derechos laborales y el buscavidas que usa su ingenio para tomar los atajos que le permitan seguir trabajando una vez que su apellido, como el tantos, se transformó en tabú.