Mensaje mata cine
La historia de Dalton Trumbo, un reconocido guionista de la era dorada de Hollywood (sus créditos incluyen la Espartaco de Kubrick), censurado y humillado tanto pública como moralmente por sus afiliaciones al partido comunista en plena época de caza de brujas del senador Mc McCarthy, daba pie para contar una historia fascinante como así también para entregar un marco de lo que se vivía en la gran máquina de los sueños durante los comienzos de la Guerra Fría, en donde la paranoia y la xenofobia estaban a la orden del día en Estados Unidos. Lamentablemente no es lo que sucede en Regreso con gloria.
El director Jay Roach, conocido dentro del ámbito de la comedia con películas como La familia de mi novia y la saga de Austin Powers, decide abordar el derrotero de Trumbo de la forma más básica posible. Siguiendo paso a paso el modelo del biopic cinematográfico (lo único que faltaba era que cada figura conocida que aparece en pantalla esté acompañada de un cartelito indicando su nombre), Roach filma la odisea del guionista por subsistir en el mundo del cine sin traicionar sus ideales subrayando cada frase importante y haciendo una construcción maniquea de quienes se oponen al protagonista. En ese sentido es penoso el papel de la periodista de ultraderecha que interpreta Helen Mirren en plan villana de Disney y la paupérrima imagen que se le da al legendario John Wayne como el líder de la Motion Picture Alliance (una suerte de Tea Party de la industria cinematográfica). Pero esa decisión no solo se traduce en las actuaciones, ya que para mostrar qué tan bajo ha caído Trumbo a Roach no se le ocurre mejor idea que mostrarlo desnudo en una cárcel, remarcando lo reducida que quedó su dignidad a esa altura del relato. Tal es el nivel de sutileza que maneja el film.
Luego de crear el antihéroe más memorable de la televisión de la última década con su Walter White de Breaking Bad, Bryan Cranston decidió, para darle vida a Dalton Trumbo, llenarlo de tics y manierismos cosa de que quede claro que está “actuando” y así conseguir un Oscar (de hecho fue nominado pero le tocó perder con Leonardo DiCaprio). La actuación de Cranston casi que puede resumir la película entera: gritada, desaforada, desesperada por ser reconocida por esa meca del mundo que es la Academia de Hollywood, como si esa fuera la única aspiración posible para quienes trabajan en la gran industria.