Cuenta la historia de Alan (Jorge Garrido), un abogado exitoso, padre de familia que vive ensimismado en su trabajo, sin prestarle demasiada atención a Ines (Gaby Valenti) y a Lautaro (Tadeo Iglesias), su esposa e hijo, ocupado en la conquista de Ivana (Sabrina Ravelli), su secretaria. Pero un accidente de auto cambiará toda su vida al quedar internado en un hospital y conocer a Victor (Omar Musa), un hombre mayor quien lleva demasiado tiempo internado y este hecho parece haberle otorgado una sabiduría extraordinaria, por lo que puede establecer contacto ya sea con Alan o con un niño transitando un cáncer, tal que se parece mas a un guru hindú, que a un paciente afectado en sus vías respiratorias.
Esta ópera prima se estrena exudando compromiso autogestivo, con una calidad visual y sonora que no tiene nada que envidiar a las producciones de estudios poderosos. Tu forma de ver el mundo encuentra un merecido espacio en la cartelera de la tan conocida y apreciada pantalla del Cine Gaumont sobre avenida Rivadavia. Una historia dramática pero motivacional, nos conduce por la vida de Alan, un abogado que ha perdido el hilo de su historia vincular. Estresado y distraído, este personaje se ve inmerso en una rutina desaprensiva que lo lleva a despersonalizar su espacio en el mundo. Esta vorágine solo puede ser detenida mediante un evento traumático, un accidente automovilístico posibilitará que Alan tome cartas en el asunto y deponga, ante el abismo del sinsentido, los verdaderos motores de su vida. Este proceso dramático está bien relatado, de manera directa y sin distracciones, el guión y la puesta en escena no se detienen en detalles confusos o melodramáticos. Consolidando así una propuesta que no tiene posibilidades de fracasar ante un público popular, que puede encontrar en Tu forma de ver el mundo representaciones y estereotipos de eventos y personajes muy apegados a nuestro día a día. La mayor virtud de esta cuestión radica en que, a pesar de su estilo directo y franco, no pierde la oportunidad de encontrar espacios de juego y fantasía. Estos aspectos son retratados por el personaje de Víctor, un paciente deambulante, que como un sabio antiguo, se entrega a la charla con cada uno de los interlocutores presentes en el hospital. La dialéctica positiva de Victor empuja la reflexión de Alan, que como el espectador en el cine, se encuentra inmovil, paralizado ante una vida acelerada. Victor, como el alma del cine, pone la fantasía y la metáfora a funcionar, entregándonos reflexiones vitalistas que sin duda dejarán consignas y sonrisas. TU FORMA DE VER EL MUNDO Tu forma de ver el mundo. Argentina, 2022. Dirección: Germán Abal. Intérpretes: Jorge Garrido, Omar Musa, Gaton Pauls, Alejandro Fiore, Mario Alarcon, Magali Castagno, Leonardo Venegas. Duración: 77 minutos.
Tu forma de ver el mundo es una película de factura prolija pero a la vez casi amateur. Las actuaciones, el guión, la puesta en escena, todo expone un cine hecho en condiciones de presupuesto mínimo y códigos de cine para aficionados. La presencia de varios actores conocidos en esta humilde producción realizada con el apoyo de la Municipalidades de Quilmes y Berazategui le da un marco un poco más profesional y ayudó a su estreno en cines, pero a la vez invita a tomársela en serio sin ningún tipo de paternalismo. Bueno, como hay que tomarse todo el cine. La historia es bastante básica y recorre caminos muy conocidos que han dado obras maestras y bodrios infames. Alan (Jorge Garrido) es un abogado y padre de familiaque vive inmerso en su rutina laboral sin prestarle demasiada atención a Inés (Gaby Valenti) su esposa y Lautaro (Tadeo Iglesias) su único hijo. Se va a tomar algo con otra mujer y se olvida de su familia. Cuando tiene un accidente automovilístico queda internado en un hospital donde conocerá a Víctor (Omar Musa) un hombre mayor repleto de “valores y buenas costumbres que le enseñará otra forma de ver la vida”, según dice la sinopsis. En realidad es una pequeña enciclopedia de verdades de perogrullo y lugares comunes buenistas que no convence a nadie. Un film muy pequeño que no cae en las aberraciones de otros films argentinos pero que de ninguna manera justifica su visión.
Se percibe desde el primer plano de la película hasta el último los esfuerzos denodados de aquellos que concibieron Tu forma de ver el mundo. Desde la gestación, al margen de créditos oficiales y apoyos institucionales, hasta aquello tan remanido de las buenas intenciones que intentan atenuar las carencias de la producción. Sin embargo, la película está terminada y se presenta a un público y ante una reseña crítica que tratará de omitir todo lo anterior para circunscribirse al hecho estético en sí mismo. Y es allí donde resuenan –de manera más que estruendosa– los puntos bajos y hasta subterráneos que caracterizan al film. Tu forma de ver el mundo, en cuanto a varios de sus momentos de euforia mensajística, rememora a un sector del cine argentino de décadas pasadas (siglo XX, claro) con el agregado de un ítem que incorpora de manera desmesurada: su objetivo de convertir la trama en una especie de manual o texto primario de autoayuda. A saber: un hombre preocupado por su trabajo, ajeno a la rutina doméstica de esposa e hijo, sufre un accidente. La correspondiente internación lo conduce a estar acompañado en la habitación por un paciente en silla de ruedas que aconseja, predica, sugiere, pregunta, de vez en cuando escucha, y estimula al accidentado a preocuparse por temas más cercanos a lo humano que a lo laboral y efímero. En esas conversaciones y/o monólogos, la ventana de la pieza es útil para que se observen otras historias (banco de plaza mediante) que engordan hasta el éxtasis las bajadas de línea y los consejos del paciente 2 ante el atento oído del paciente 1. Y así transcurren los casi 80 minutos del film pautados por una música, piano mediante, que subraya las pretensiones emotivas del supuesto drama. Entre interpretaciones actorales de discreta medianía (o menos que eso), también intervienen de manera fugaz Gastón Pauls, Alejandro Fiore y Mario Alarcón, trío del cual vuelve a presumirse que Tu forma de ver el mundo fue el producto de una suma de voluntades que propició una historia sobre la condición humana y esos menesteres de los que se escribe y nadie sabe de qué se trata. A menos que todo se trate de una lección de vida, el que el mismo director debutante Germán Abal vivió en carne propia, ahora destinada a convertirse en una película que, muy lejanamente, deja vislumbrar sus mínimos méritos cinematográficos.
UN MUNDO VIEJO Cine moralista, un poco vetusto en sus formas, como buena parte de la producción cinematográfica argentina entre los 80’s y los 90’s, eso es Tu forma de ver el mundo, película dirigida por Germán Abal que encuentra en la brevedad tal vez su único acierto: 77 minutos que obligan a ciertas síntesis y resoluciones rápidas, sin exacerbar el tono ni estirar conflictos de manera innecesaria. El protagonista es Alan, un tipo demasiado ocupado de su trabajo, que desatiende el hogar mostrándose distante de su esposa y su hijo, y que además mantiene una relación extramatrimonial con una compañera. En un contexto donde su matrimonio parecer irse al tacho luego de llegar tarde al hogar por enésima vez y de olvidarse del cumpleaños del pibe, Alan choca con su auto y termina internado en un hospital. Esa instancia es aprovechada obviamente por el guion para hacer el viaje moral que el personaje precisa: junto a él, en la misma habitación, reside un hombre mayor, que es una especie de antología de aforismos, cuentos cortos y perogrulladas varias, una caricatura en definitiva que nos lleva a preguntar constantemente si se trata de alguien real o producto de la imaginación del accidentado protagonista. Hay que reconocer que Abal se mueve cómodo en el diseño de película elegido, una de esas comedias dramáticas construidas en base a las buenas intenciones y los consejos de vida: Tu forma de ver el mundo, a pesar de ser una película casi amateur, luce profesional y está narrada con solvencia, e incluso fusiona con buen pulso las breves participaciones de algunos intérpretes con más recorrido como Gastón Pauls, Alejandro Fiore o Mario Alarcón. Claro que todo esto no exculpa del despropósito que es por momentos el film, que alcanza la risa involuntaria en algunas resoluciones simplonas, además de situaciones forzadas que no se preocupa demasiado en volver verosímiles y líneas de diálogo imposibles. Y por su fiera poco, a la vejez del universo planteado también agrega una mirada antigua sobre las relaciones y los vínculos entre las personas.
La ópera prima de Germán Abal es una historia sencilla y directa sobre las segundas oportunidades. Protagonizada por Jorge Garrido y Omar Musa, trata sobre un hombre de negocios que pasa su vida sin prestar atención a lo que realmente importa. Descuida la relación con su mujer y nunca escucha ni está para su hijo; ocupa todo su tiempo con el trabajo o, si necesita distenderse, con su secretaria. Cuando su familia se va de viaje sin él, un accidente lo deja postrado en la cama de un hospital durante varios días. Allí conoce a un hombre mayor, un señor que está ahí hace más tiempo y que le regala su amistad desde el primer momento, que lo distrae contándole historias que observa desde la ventana del dormitorio compartido, y le brinda de a poco la posibilidad de apreciar las cosas de la vida de un modo diferente. «Afuera siempre hay historias para contar. Hay que verlas. Siempre pasa algo». Así, la película también cuenta con participaciones especiales como las de Gastón Pauls, Alejandro Fiore, Mario Alarcón, algunos en pequeñas historias que son algo así como mosaicos. Pero la trama principal es simple y chiquita y sigue la relación entre estos dos hombres que ven la vida de modo muy distinto. Aunque carga con buenas intenciones, todo en esta película aparece subrayado y está repleta de mensajes que la convierten en algo parecido a un libro de autoayuda. Ni siquiera en el desarrollo de los personajes aparece alguna pincelada que aporte algo de matiz; todo resulta básico y grueso, sin inspiración. Desde lo visual sucede algo parecido. Todo se siente tan impostado que muchos planos respiran cierta artificialidad, con mucha presencia de luz. Y la banda sonora sólo consigue hacerla más empalagosa. Con un estilo anticuado y moralista, Tu forma de ver el mundo es una ópera prima sentida y con corazón pero poco lograda. Una historia sobre opuestos desaprovechada para optar por la bajada de línea.