La unión creativa de Jason Reitman como director, Diablo Cody como guionista y Charlize Theron como protagonista da como resultado una comedia dramática de giros desconcertantes, pero con un objetivo claro: Mostrar la maternidad, en este caso del tercer hijo para esa joven madre, en sus lados más oscuros. Para esta mujer la deformidad de su cuerpo, criticada hasta por su niña mayor, la incomprensión y falta total de solidaridad y compromiso de su marido, y la desolación de noches sin sueño, cambios de pañales, llanto, cansancio sin fin. Lo que le ocurre a la protagonista es algo mas que la depresión posparto, es la parte que nunca se cuenta, de la que no se habla, la políticamente incorrecta de la realidad sobre la maternidad. Para eso están los colores cálidos que eligió el director, la música folk suave, la indiferencia del resto del mundo. El hermano de la protagonista, el acaudalado empresario que hace buenas donaciones en el colegio donde su sobrinito es poco aceptado, le propone a su hermana una “niñera nocturna” para que ella pueda descansar. Esa es la “Tully” del titulo interpretada por Mackenzie Davis una joven que tiene energía de sobra, comprensión sobre lo que le ocurre a esa madre, disposición para escuchar, limpiar, atender y hasta ofrecerse de ayuda erótica para despertar en deseo en esa pareja sin sexo. Quizás, entre la inteligencia para tratar el tema, mostrarlo sin tapujos, lo que desentona es el giro argumental para resolver una situación bien planteada. Como siempre Charlize Theron no duda en mostrase deformada, afeada, su trabajo es además sensible y empático.