Las películas de Jason Reitman y la guionista Diablo Cody (La joven vida de Juno) tienen temas y elementos constantes: la maternidad, las relaciones de pareja, la clase media en crisis, la dificultad de la rutina y la cotidianidad. Y en el centro de sus historias aparece casi siempre la mujer embarazada.
En Tully, el tándem Reitman-Cody y la actriz Charlize Theron (con quien ya trabajaron en Adultos jóvenes, 2011) vuelven a entregar una historia de tono intimista con una madre abnegada que tiene que lidiar con su rutina.
La protagonista es Marlo (Charlize Theron), una mujer que, a punto de tener su tercer hijo, renuncia a todo para criar a sus dos niños en edad escolar, uno de ellos con necesidades especiales, y dedicarse a la casa mientras el marido trabaja, un marido un tanto despreocupado y poco colaborador, aunque buen tipo.
La película retrata al detalle la dura situación de esta mujer, cómo tiene que arreglárselas con las dificultades que se le presentan día a día, desde llevar a la escuela a los niños hasta darles de comer. Marlo se siente vacía, está devastada y triste, el ser madre la supera.
El director muestra lo difícil que es la maternidad, pero lo que parece una crítica de la triste situación de Marlo es sólo un artilugio narrativo para defenderla, para elogiar secretamente un sistema de creencias reaccionario, propio de la clase media estadounidense.
La solución de Marlo llega cuando su hermano pudiente y cool le ofrece pagarle una niñera nocturna. Y cuando la niñera se presenta, la vida de Marlo cambia completamente. El nombre de la joven que se encargará de cuidar a la beba es Tully (Mackenzie Davis), una muchacha con energía, buena onda, trabajadora, amable, comprensiva. La química inmediata que se crea entre las dos mujeres, sus diálogos, cómo se van conociendo y haciéndose amigas, es un punto a favor del filme.
Al comienzo parece un gran acierto que el nombre de la película no sea el de su personaje principal sino el del personaje encarnado por Mackenzie Davies. Sin embargo, por un giro cobarde del guion en el tramo final, que más vale no revelar, Tully termina siendo una película convencional, extremadamente conservadora, que reproduce el ideal de una clase social determinada y que cree que lo que le pasa al personaje de Theron es lo mejor que le pudo haber pasado.
Jason Reitman y Diablo Cody no toman el mínimo riesgo, no se animan a patear el tablero y prefieren la comodidad de una película bien actuada, con el objetivo de levantar el ánimo de madres deprimidas que quieren volver a ser libres y felices como lo fueron en la juventud.