A punto de dar a luz a su tercer hijo, Marlo tiene todo menos tiempo para ella. Soporta los berrinches de su hijo menor, acaso algo retardado, cumple como puede con el mandato de poner comida en la mesa, aunque sea pizza congelada, y llevarlos a la escuela, mientras su marido trabaja y se entrega cada noche a la play antes de dormir. En los primeros minutos de Tully, nueva colaboración entre el director Jason Reitman y la guionista Diablo Cody (Juno, Young Adult, también con Charlize Theron), queda claro que estamos frente a un retrato de maternidad, aún con ternura y afecto, abnegada. Cody lo escribió basándose en su experiencia, y no habrá madre que no empatice con lo que está en la pantalla.
Pero los realizadores, una de las duplas creativas más felices del cine estadounidense actual, le escapan a cualquier generalismo y ponen el foco en esa mujer, con el cuerpo rebosante y ocupado por el bebé por nacer, que se viste con lo primero que encuentra y, desde que nace la beba, apenas duerme. Una increíble Theron, que engordó más de veinte kilos para el papel y es capaz de poner en escena con cada suspiro, cada palabra no dicha, el peso de todo eso que invertimos para seguir adelante cada día. Para ayudarla, su hermano, al que le ha ido mejor en la vida, la contacta con una niñera -"te cambiará la vida"-, a la que Marlo finalmente se decide a llamar. La tal Tully es una chica muy joven, dulce, tan eficaz que parece un ángel enviado. Y pronto se convierte en amiga, confidente, imprescindible, mientras Marlo recupera horas de sueño y va dejando atrás el colapso.
ully es un film sobre las pequeñas y grandes mentiras sobre las que se construyen vidas y familias, convencidos de que así estará todo bien, aunque cada tanto soñemos con volar a otra parte. Emocionante, narrado con inteligencia, plagado de sutilezas, delicadeza y diálogos inspirados. Hasta su giro final: ¿tramposo?, ¿poético?, ¿efectista?, ¿revelador? Sacá tus conclusiones.