Turbo

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

“Atajen a ese caracol”

El caracol Theo pasa sus días en una quinta de tomates y por la noche no se pierde una carrera de Nascar. Tiene delirios de velocidad, por lo cual es el patito feo de la comunidad caracolera. Una noche, accidentalmente (como suele pasar con los superhéroes), se cumple su sueño. En medio de una improvisada carrera en la ruta, Theo es succionado por uno de los coches, del que saldrá, ácido nitroso mediante, como Bruce Banner tras el baño de rayos gamma. Y acá el equipo de animación de DreamWorks (en su segundo trabajo para Fox) muestra su ingenio. De golpe, el caparazón de Theo se vuelve ruidoso, lumínico, un casino de Las Vegas, y es tan veloz que al aparecer un promotor (Tito, un repartidor de tacos cuyo hobby es armar carreras de caracoles) se anota para correr las 500 millas de Indianápolis.
Así nace Turbo, el mutante menos pensado. Resulta tentador divagar sobre cómo el canadiense Soren (que adaptó Madagascar a su versión televisiva) y sus guionistas elucubraron este disparate. ¿Durante una ceremonia de ayahuasca en la selva peruana? ¿Mezclando sustancias en un coffeeshop? La cuestión es que el disparate funciona pasablemente, al menos en cuanto a los personajes (si bien DreamWorks, responsable, entre otras cosas, de Shrek, es infalible a la hora de crear personajes entrañables). Turbo es predecible, pero la trepidante carrera de Indianápolis, donde el favorito es Guy Gagné (un francocanadiense perverso, versión moderna de Pierre Nodoyuna) y las disputas entre Tito y su hermano Angelo en Taco Bros son garantía de buen momento para estas vacaciones. Una garantía válida para grandes y chicos, desde luego.