Simplemente tuya
Nuevamente el universo de la escritora Claudia Piñeiro llega al cine, y todavía no existe esa película que logre darle un vuelo cinematográfico adecuado. Aunque hay que decir que Tuya, de Edgardo González Amer, dentro de su medianía evidencia algunos rasgos positivos al convertir este relato de adulterio y venganza dentro de la clase media-alta en un thriller repleto de giros y situaciones un poco ridículas, pero no exentas de diversión. Si Las viudas de los jueves y Betibú eran transposiciones poco libres del papel a la imagen, que además no podían dejar de centralizar la bajada de línea que la autora ha venido construyendo con su mirada (una que potencia una cosmovisión un tanto trillada sobre las clases altas y repleta de clichés sórdidos, como de un Haneke light), Tuya gana porque lo que vemos en primera instancia es el thriller y por debajo, subterráneamente, pasa ese comentario constante sobre la perversión del poderoso. Pero como decíamos, antes que nada está el thriller, y González Amer trabaja ese territorio con citas explícitas a Brian De Palma (hay una muerte filmada a la manera de Blow out), Quentin Tarantino o Alfred Hitchcock, y con un humor bastante negro que pone patas para arriba la construcción que tenemos sobre víctimas y victimarios, y con situaciones que no dejan de tener un anclaje en el absurdo: la mujer, ama de casa, que realiza su investigación muñida de unos guantes de goma para lavar los platos.
Entonces por suerte, en Tuya, el dispositivo genérico se pone por delante de la discursividad del texto de Piñeiro, haciendo que el relato fluya a partir de sus constantes vueltas de tuerca, puestas en escena con fluidez y -a veces- con una torpeza que no deja de tener su encanto, cuando la película no exige un verosímil a partir del rigor. Lo que no funciona en el film, entonces, tiene que ver con las herramientas que dialogan con lo genérico: hay una voz en off inconstante y de una expresividad nula, hay una subtrama sólo justificada en su analogía confusa con la trama principal y una presencia, la de Andrea Pietra, que carece del peso suficiente para construir las diversos niveles de emociones que invaden al personaje: no es necesariamente una mala actuación, pero sí una de recursos un tanto resumidos y de una fisicidad un tanto escueta.
Pero tal vez el mayor inconveniente del film y el que le resta trascendencia es que no logra clarificar las motivaciones de sus personajes, especialmente las de Inés. Uno intuye que esa mujer toma las decisiones que toma porque no quiere perder su mundo de confort y materialidad, pero es más una suposición que una realidad que surja del relato: no hay líneas, no hay una vinculación entre el personaje y el espacio que nos lleve a entender a Inés. En la lectura que hace González Amer es más una mina desesperada y un poco boluda (citando una entrevista publicada en Radar días atrás), que se mete en algo que la supera. Pero si pensamos que lo hace para sostener su micromundo es más por relacionar Tuya con otros relatos similares donde este conflicto está resuelto con mayor precisión. La ausencia de un soporte reflexivo, deja al desnudo a Tuya como un film que tiene que funcionar necesariamente como relato de género. Y ahí la película alterna buenas y malas. Más allá de que resulta dinámico en sus constantes idas y vueltas, queda por momentos un poco chico, apenas una anécdota más o menos bien contada.