Cuando llegue el progreso, siempre habrá un sector que quede marginado del mismo, olvidado por el resto de la sociedad que avanza sin mirar atrás o a sus costados.
Los documentalistas Julián Borrell, Franco Gonzáles y Demián Santander se internan en el Chaco Salteño para mostrarnos una parte de esa realidad que otros eligen esconder.
El Río Pilcomayo abastece con sus brazos a Argentina, Paraguay y Bolivia; si se continuase su curso natural las zonas cercanas a esa frontera no deberían tener problemas relativos al agua.
Pero el hombre, siempre el hombre con sus intervenciones. Diferentes acuerdos políticos entre Argentina y Paraguay hicieron que se desviara el curso, desabasteciendo a uno de sus brazos.
El trío llegó a la zona con la idea de mostrar algo de cultura autóctona, pero se toparon con un reclamo que resignificó el objeto.
Uahat tiene como propósito dar voz a aquellos que nunca se escuchan, a los que quedaron al margen y son ignorados.
Mientras que la cámara se pos en paisajes y en las consecuencias, las voces en off cuentan una verdad que va calando cada vez más hondo en el espectador.
Sequía, sequía por todos lados. La comunidad Wichi necesita de ese río para vivir, de ahí sacan su sustento alimenticio, sábalos. De ahí proviene su mayor dolor, la comunidad se terminará extinguiendo si el problema no se soluciona.
Acuerdos firmados hace dos décadas, Paraguay se benefició del Proyecto Pantalón, a costa del desabastecimiento de los pueblos cercanos de Argentina y Bolivia; pero de ninguno de los dos países afectados tampoco parece hacerse nada para remediarlo.
La cámara se traslada a otra comunidad afectada, los Weenhayek, en Bolivia, con el mismo penar que los Wichis en una zona que ya parece acostumbrada a sufrir.
Uahat mezcla textura, es contemplativo y a la vez duro, expone una denuncia y exige una solución pero lo hace al mismo ritmo de los personajes que muestra.
La cámara se trasladará a volátiles paisajes panorámicos que servirán para testimoniar las consecuencias, como así también expondrá en cámara a los habitantes que no necesitarían hablar para expresar lo que tienen para decir, su sola observación dice más que las palabras.
Música andina y una lente observadora y captadora completan un documental informativo que si bien no se destaca de otros similares estrenados durante estos años cumple con el objetivo de hacer oír las voces que no escuchamos sin ser intromisorio. En todo caso, deberíamos preguntarnos ¿Cómo es que surgen tantos documentales con este tipo de reclamos? Es hora de que alguien indicado les preste atención.