De peluche somos
Muchas son las producciones animadas que en los últimos años han sabido imponer en el mercado, juguetes y merchandising, y también productos asociados, que potenciaron la exposición cinematográfica de las películas que los tenían como protagonistas.
El caso de Ugly Dolls: Extraordinariamente feos (Ugly Dolls, 2019) de Kelly Asbury (Shrek 2, Gnomeo y Julieta) no es ajeno al negocio y además demuestra la sinergia entre la industria juguetera y el cine para imponer un relato basado en deseos y aspiraciones como vector de la narración pero que termina atrasando en tanto forma y contenido.
Supuestamente en la diferencia de los personajes, lindos versus feos, hay un intento por construir una moraleja en la que la identidad puede jugar como punto a favor para que desde la animación se construya su fábula y mensaje, pero Ugly Dolls: Extraordinariamente feos termina por disolver cualquier discurso integrador a partir de una puesta en escena básica, con trazos gruesos y estereotipos que atrasa en tiempos de cambio de paradigma y búsqueda de igualdad por aquellos “distintos”.
Moxy, la protagonista, es uno de los peluches que en su imperfección intenta encajar en otros lugares pero que depende de la mirada del otro para poder ser parte. Sus diferencias proponen una construcción identitaria ajena a los cánones que determinan la pertenencia al universo de la perfección.
Allí, donde había una oportunidad de construir una historia en la que a partir de las diferencias se construya el sentido de pertenencia, Kelly Asbury prefiere distraer con canciones que refuerzan el sentido de ser como los demás, o como creen que hay que ser, para ser alguien en la vida.
Tras su fachada de comedia musical, con humor y melodías, se intenta persuadir a los espectadores más jóvenes para que absorban un relato sobre lucha y esfuerzo pero que termina en el lugar común de ser como los demás quieren que se sea, y no como un lugar en el que la diferencia permita construir una identidad apoyada en las distinciones.
Ugly Dolls: Extraordinariamente feos atrasa, y cuando cree que innova en cuanto materia expresiva, hasta la animación simple y básica, no logra trascender los límites de una historia que no puede profundizar en elementos que necesitan desarrollarse para confundir a los niños.
A la película se le nota, y mucho, su intento por presentarse como producto cinematográfico, cuando en realidad lo que hay es un esfuerzo de vender como film algo que no es otra cosa más que un panfleto comercial y publicitario para vender muñecos, libros y otros.
La música atraviesa el relato, y por momentos la construcción de la película como un extenso videoclip, resiente aún más su capacidad para entretener, ya que al disolver la atención en la progresión dramática, por la inclusión de un sinfín de canciones, hace que Ugly Dolls: Extraordinariamente feos se presente como un extenso aviso publicitario y termine por proyectar algo que nunca es ni será, una película.