Los homenajes hay que hacerlos en vida, se suele decir; y aunque Ulises Dumont nos abandonó hace ya seis años; en Ulises, un alma desbordada se lo siente vivo, como si estuviese viendo su merecido reconocimiento ahí, al lado nuestro.
Como buen intérprete Ulises siempre habló a través de su obra, no necesitó de ventilar su vida privada para llegar al reconocimiento del público, de la crítica y de sus pares; y esto es lo que queda claro al ver este trabajo documental de su amigo Eduardo Calcagno.
Dumont participó, y protagonizó, cuatro de los seis films del director de El Censor y Los Enemigos; pero ya se conocían de antes, cuando Calcagno trabajaba como crítico y periodista. Fueron director y actor fetiche, pero antes fueron amigos; ¿y qué mejor que un amigo para realizar tan sentido premio?
Ulises, un alma desbordada se arma a través de retazos, no es ni una biopic, ni el simple y conocido documental de personalidades; se habla de la persona a través de su arte, y deja que sean los que más lo conocieron los que hablen por él.
A la manera del brillante documental estrenado el año Mercedes Sosa, La voz de Latinoamérica; no hace falta que nos metamos con su vida privada para conocer a la persona. En ese caso había sido la enorme colaboración del hijo de La Negra, en este caso, la dirección e intervención de un gran amigo. Es la ventaja de conocer al homenajeado de antemano, sentirlo propio y hacérselo saber al espectador.
Ulises fue actor de cine (quizás de dónde más se lo recuerde) y televisión, pero antes fue actor de teatro, ámbito en el que se adueñó de personajes como Yepeto, al que pudo también llevar a la gran pantalla gracias al propio Calcagno.
Todo esto se ve en el documental, fragmentos de su obra, y testimonios de quienes lo conocieron, artistas, familia, y nuevamente, el propio director. Ulises también habla con la voz prestada por ellos.
Norman Brisky, Tito Cossa, Carlos Gorostiza, Esther Goris, Emilio Disi, y hasta el “Ancho” Peucelle (que falleció recientemente y haber cuándo le hacen un trabajo fílmico similar) entre otros, dan sus palabras sobre los encuentros con el actor.
Se siente la pasión, las convicciones, y sobre todo las ganas de actuar y de querer decir algo con la interpretación. El artista tiene que comprometerse.
Hay mucha emoción, al terminar el film uno siente la necesidad de aplaudir cómo si estuviese frente a la mejor de las puestas teatrales, quiere expresarle su contento a quienes le hicieron pasar un momento tan enriquecedor.
Calcagno también logra que a través de la mirada de Ulises, se reflejen la de muchos actores y muchos artistas en general, sus palabras pueden ser las de muchos pares que viven para la profesión, y aunque no alcancen el status de estrella mediática, lejos están de necesitarlo.
No conviene contar demasiado cuáles son las expresiones del reconocido y los suyos, es mejor sorprenderse y vivirlo en el contexto. Su director supo darle ritmo y hacer más allá de un documental, una película muy amena y conmovedora.
No sabemos si Ulises tuvo tamaña caricia de sus colegas en vida, como suele suceder muchas veces con los artistas argentinos, se fue y dimos vuelta la página para ver qué sucedía en la vida de las estrellas extranjeras; pero esté donde esté, Dumont se sentiría muy complacido ante tanta demostración de cariño, una muestra de que no pasó en vano y dejó una huella imborrable para todos quienes lo conocieron personalmente o lo disfrutamos a través de su trabajo.
Ulises no fue uno más, y este maravilloso documental lo bien claro. Recomendación total.