Este filme argentino, escrito y dirigido por Luciano Romano abre de muy buena manera, utilizando como recurso clave el sonido. Edgardo (Néstor Villa) es un albañil, mientras el esta dándole indicaciones a su hijo quien esta realizando trabajos en altura, hay un accidente, la tragedia se hace presente. Todo lo vemos en el rostro de Edgardo, a partir del sonido. Luego de una elipsis temporal indefinida, en realidad el personaje esta igual vestido, nos presentan a Rodrigo (Javier Baccaro) ayudante de Edgardo desde hace muchos años, testigo de la tragedia y que toma a este como figura paterna, situación que no parece reciproca, pero que no es rechazada. Simultáneamente Rodrigo esta en proceso de ser padre, situación que promovida por la madre de la futura bebe, ya saben que es nena, le exige mejores condiciones laborales, que el pago de sueldo no se atrase, usar casco, que le provea de un seguro de vida, inscripción en obra social. Se establecen así dos tramas que se superponen, la de la paternidad y la de exponer la fragilidad de las condiciones laborales a lo que están expuestos los albañiles. (Esto también fue abordado en otros filmes como “Mundo Grúa” en 1999). Ambos conflictos planteados no terminan por priorizar uno sobre el otro, se presentan conflictos menores, se resuelven rápidamente pero que no permiten que avance el relato de manera lineal sin sobresaltos. En algún punto da la sensación que no supieron como continuar el relato y se apresuraron para cerrarlo, claro que con otra elipsis temporal, mas definida, por supuesto. Por momentos parecería ser que son amateurs, Salvo Néstor Villa, lo que daría cuenta de la buena dirección de actores, o al menos una buena selección.