Es increíble que el ser humano en el Siglo XXI todavía tenga que reclamar condiciones dignas de trabajo y encima sea ninguneado por pedirlas. El film que se estrena esta semana en cines, Última Pieza -escrita y dirigida por Luciano Romano-, aborda un poco esta temática.
Rodrigo (Javier Vaccaro) es un peón de albañil que trabaja con Edgardo (Nestor Villa) desde hace muchos años en su empresa de construcción. Con una hija en camino y por su precariedad económica, decide no trabajar más al lado de Edgardo, pero los problemas comienzan cuando no sabe cómo decírselo a quien considera un padre y le enseñó todo sobre el oficio.
La película se sostiene debido a la empatía que se logra con el personaje que interpreta Javier Vaccaro, quien sirve de narrador. Es visible la presión que siente desde todos los lados, y que va aumentando mientras pasan los minutos. Es imposible que el espectador no se ponga en sus zapatos y se pregunte si haría lo mismo. Además, se nota el trabajo sobre el vínculo con el personaje que interpreta Nestor Villa; ambos tienen sus temas, y sin embargo, más allá de los errores cometidos, y las graves consecuencias a partir de ello, Edgardo sigue actuando de la misma manera, lo que ya no genera una sensación de comprensión, sino una completa negación y hasta un poco de desagrado. ¿Es entendible su accionar? Puede ser. ¿Justificable? Jamás.
Más allá del peso que le puede generar a Rodrigo la madre de su futura hija; es ella una de las más coherentes al pedirle que reclame condiciones dignas de trabajo, como ser equipamiento de seguridad básico y seguro de vida. Ambas mujeres son el verdadero impulso para que él pida lo que se merece, cambie su perspectiva frente a todo y logre lo que se propone.
Lo que empieza como una relación filial entre dos personas acaba deteriorándose hasta destruirse, y es lo que más duele al terminar de ver Última Pieza.