El primer verano del resto de nuestras vidas La disfuncionalidad familiar es un tema que el cine se ha encargado de retratar de las más diversas maneras y con los más disimiles puntos de vista. El joven Nicolás Teté sitúa esta vez la acción durante un verano en Merlo y la visión de dos hermanos adolescentes sobre lo que serán esas Últimas vacaciones en familia (2011). Un matrimonio a punto de separarse decide pasar su último verano en una casona de la tranquila ciudad puntana de Merlo. Los hijos, dos adolescentes que empiezan a lanzarse a la vida, interpretados magistralmente por Camilo Cuello Vitale y Naiara Awada, vivirán esas vacaciones como un viaje iniciático hacia un futuro adulto mientras en paralelo se despiden de un pasado infanto-juvenil. Nicolás Teté, que rodó la película con apenas veinte años y escasos recursos económicos, construye la historia focalizada en la formación y ruptura de vínculos desde el punto de vista de los dos jóvenes. Estos vínculos no sólo serán parte del conflicto matrimonial, sino que funcionarán como una excusa para mostrar lo que en realidad les pasa a los chicos frente a la vida, al encontrarse con quienes verdaderamente serán de ahora en más. A priori puede resultar ineludible la comparación con De jueves a domingo (2012) de la chilena Dominga Sotomayor, aunque en la realidad no tengan ninguna de las obras nada que ver entre sí, salvando el tema de las vacaciones familiares. Tanto el punto de vista como la forma de encarar el relato son totalmente diferentes en ambos casos. Más allá de tener problemas en la construcción visual de algunos planos, que bien podrían sacarse, y alguna que otra sobreactuación en los personajes adultos, Últimas vacaciones en familia es un colorido fresco provincial sobre ese verdadero trastorno que significa ser adolescente hoy, en donde nunca faltará el humor, la ironía, el drama, la inocencia y por supuesto el despertar sexual.
Unir las partes El encierro, adonde no van a ver a otra gente. La contención para la unión, camino a la destrucción. Los López Araujo son los últimos resabios de una familia unida, donde la opera prima del joven director Nicolás Teté (la filmó a los 20 años) pone a la ciudad de Merlo como eje de ensamble. El grupo familiar se compone por dos adolescentes que buscan su camino. E identidad. Los “hermanos” son Joaquín -Camilo Cuello Vitale, quien participó en Las viudas de los jueves- y Camila (Naiara Awada, en Dulce de leche también con Camilo), a quien se los ve mucho más sueltos y naturales que sus “padres”, Marcela (Many Díaz) y Arturo (Luis Alvarez Moya). Mamá, siempre con los binoculares en mano observando las aves de la zona y aprovechando la distracción de su marido para ratonearse con un vecino. El progenitor (con amante a la distancia), es seco, conservador y brusco en el trato como así también rígido hacia las líneas de guión. Ambos se evaden en sus mundos. La voz en off del hijo cuenta que “papá durmió fácil 20 noches en un hotel de Buenos Aires y sino en el sillón del living. Mamá siempre vivió para la familia y siente que su sueño se está desmoronando”. Ultimas vacaciones en familia es una película autobiográfica, ya que su realizador es puntano (nacido en Villa Mercedes) y pasó varias vacaciones familiares en Merlo, en la casa de su abuela, el mismo lugar donde se rodó el filme. La vivienda es aprovechada al límite, con planos de cada rincón y a cada hora, sobre todo del jardín y pileta. El filme toma aire cuando se recorre Merlo y sus curiosos recovecos nocturnos, como los que Joaco inspeccionará junto a un amigo casual que lo llevará hacia su reprimida homosexualidad. El filme escarba en la intimidad de los personajes, pero carece de chispa y vértigo. El que nos saque de la tranquilidad puntana.
La sensación antes de ver “Últimas vacaciones en familia”, de Nicolás Teté la tuve presente desde el inicio de la proyección. Hace unos meses ví un exponente similar de Chile, “De jueves a domingo” de Dominga Sotomayor, que giraba sobre una familia con dos hijos pequeños que emprendían un último viaje antes de separarse. La idea era generar esa salida, en plan de “explicarles” la nueva situación a los chicos que terminaban quedando a la buena de Dios. Sin embargo, terminada la experiencia, el recuerdo fue otro, el de la también reciente (vista en el último BAFICI y aún pendiente de estreno comercial) “Tanta Agua” del dúo uruguayo Ana Guevara y Leticia Jorge, en el que un padre divorciado hace tiempo, emprendía un viaje de escapada para reconectarse con sus dos hijos pre y adolescente. Eso me conectó con esta propuesta inmediatamente, por su abordaje desde un ángulo diferente. Es que en el film de Teté (íntegramente filmado en Merlo, San Luis), la familia parece estar separada entre sí desde hace rato, y solamente conservan las debidas apariencias, aunque si sienta que el tiempo que permanecerán unidos termina, inexorablemente. Hablamos de los López Araujo que llegan a Merlo en plan vacacional, pero ya en las escasas imágenes iniciales del viaje de ida se presiente que el clima es entre impostado y tirante. Son los últimos días de Marcela y Arturo, mamá y papá, como pareja y matrimonio; cuando el viaje llegue a su fin, ya no compartirán más el hogar, nada, pero igual el viaje familiar se hace. En el medio están Camila y Joaquín, los hijos adolescentes, que viven también situaciones que los atraviesan y afectan. Cada uno actúa por su lado, como partes independientes de algo que alguna vez estuvo unido pero que ahora existe separadamente; y sin embargo, cuando conviven (en esta suerte de despedida), hay un cierto ritmo interno, una extraña unión familiar que nos hace pensar en aquello de que cada grupo sostiene, su propia manera de regularse, única e individual. Marcela es la encargada de mantener las apariencias, aunque no se sabe muy bien para qué/quién, probablemente para ella misma, actúa como si fuesen un grupo feliz y unido, una familia perfecta. Arturo es casi la contracara, quiere terminar cuanto sea para continuar una nueva vida que, de algún modo, ya empezó tiempo antes del viaje. Los chicos también, se escapan, reniegan, y viven sus propios descubrimientos, dentro de una atmósfera sugestiva y bien estructurada. Nicolás Teté, también autor del guión,. maneja su historia desde varios planos, y el logro está en haber encontrado unidad entre ellos. Cada emoción tiene su tiempo, y los vínculos se desgranan frente al espectador. El paso del tiempo va definiendo escenarios nuevos, impredecibles. Y esa emoción domina la escena. Es imposible filmar en Merlo y no caer en cierto regodeo visual paisajístico, el escenario termina siendo otro protagonista con una muy bella y armoniosa fotografía. Las interpretaciones a cargo de Many Diaz, Luís Alvarez Moya, Naiara Awada, Camilo Cuello Vitale, y una participación de Nicolás Condito son dispares pero en el conjunto, correctas. “Últimas vacaciones en familia" es como esos videos que uno filma durante un recorrido con sus seres queridos, la diferencia es que este, probablemente, sea la postal de despedida para un tiempo que ya no volverá.
Tras haberse filmado a comienzos del 2011, finalmente se estrenó Últimas Vacaciones en Familia, ópera prima de Nicolás Teté. Se trata de una película íntima de un realizador joven, que parte de una premisa sólida –la del título, el recuerdo final de un grupo que se desmorona- pero cuyas irregularidades no logran sostenerla durante todo el metraje. Camilo Cuello Vitale y Naiara Awada, los hijos de la pareja, ofrecen el punto de vista sobre la ruptura familiar y la escapada a Villa Merlo como el cierre de su historia unida. Los jóvenes, a quienes ya se pudo ver juntos en Dulce de Leche, salen a regañadientes –o uno, al menos- de su zona de confort y exploran la incertidumbre de sus nuevas realidades: la separación de los padres, la sexualidad y con ello la apertura a un mundo que no es el que conocen. Esta película de coming of age doble, con chicos que se acercan a la madurez y padres que enfrentan los conflictos de la mediana edad, necesita irremediablemente apoyarse en las actuaciones de sus cuatro protagonistas, lo que durante buena parte signa su suerte. Luis Álvarez Moya y Many Díaz, los adultos, dan cuenta de una mayor rigidez que la de los jóvenes a la hora de leer el guión, con actuaciones que no resultan creíbles e impiden generar empatía con sus personajes. La incomodidad del espacio reducido y la necesidad de estar de forma permanente el uno con el otro requiere de una naturalidad en las relaciones que no se encuentra, lo que perfila un panorama desalentador cuando todos los diálogos entre padre e hijo o entre el matrimonio resultan forzados. Últimas Vacaciones en Familia cuenta con un importante nivel de producción que se impone a la falta de presupuesto. El clima opresivo en el hogar veraniego y la falta de respiro de sus personajes –paradójicamente no hay primeros planos, sino que en su mayor parte son abiertos- se contrarresta con un aprovechamiento de las locaciones, trasladándose a lo largo de toda la ciudad puntana pero sin resultar en un panfleto turístico como sí lo fueron otras realizaciones de San Luis Cine. El buen trabajo en materia productiva contrasta con lo dispar que llega a resultar, con un guión que es sobreexplicativo y redundante sin necesidad –la cena en la que los cuatro recuerdan sus aventuras personales no requiere que haya tres memorias que se hagan explícitas cuando una de las mismas no fue filmada, el cierre con los audios en off tampoco- y con ciertas dificultades técnicas, tanto en materia de sonido como en una edición que abusa del montaje de videoclip. Forzosa, esa es la sensación que genera el viaje familiar, tanto para sus integrantes como para el espectador. Teté necesitaba que sus cuatro personajes funcionasen para que la película lo hiciera y, si bien en los jóvenes se puede decir que lo hace, el costado adulto opera en base a lo que no está presente –el padre pendiente de su amante en otra provincia- o a lo falso. Es que Marcela, la madre, propone una realidad paralela en la que su familia está bien y actúa como si nada, un auto-engaño desmedido que provoca un desgaste continuo de lo que es tolerable, lo que deja en evidencia a la producción en general.