"Ultimo recurso", humor y nostalgia en una comedia anómala.
Es muy probable que Matías Szulanski sea uno de los directores más prolíficos del ala independiente del cine argentino contemporáneo. Con solo enunciar los números de su breve aunque intensa trayectoria profesional, queda claro que tiene armas de sobra para, de mínima, ocupar algún lugar en el podio: nació en 1991 y lleva siete años de actividad durante los que desarrolló diez largometrajes. El anteúltimo, Juana Banana, integró la Competencia Argentina de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Palta; el más reciente, Último recurso, fue el encargado de levantar el telón del reciente Bafici, que desde hace casi un lustro apuesta por inaugurar las proyecciones con comedias anómalas, un tanto ajenas a los modelos más tradicionales y explosivos del género (Pequeña Flor, Claudia).
Anomalía es término que cuadra muy bien con las búsquedas de Szulanski, cuya mirada condensa la incomodidad ante personajes no siempre queribles con situaciones en las que anida un humor absurdo que no necesita subrayados para funcionar como tal. En el caso de Último recurso, se suma un hecho coyuntural difícilmente contemplado por el realizador a la hora de iniciar el proceso creativo: el triunfo de la selección nacional en el Mundial de Qatar. ¿Qué tienen que ver Messi y compañía con una comedia indie? Sucede que la premisa central dialoga de manera frontal con el fervor por la Scaloneta, en tanto plantea un escenario que no por irreal deja de ser hermoso: la del último diciembre no fue la tercera estrella en el escudo, sino la cuarta. O así sería si se comprobaba que el casete con la grabación de un audio radial que llega hasta la revista deportiva venida a menos que presta su nombre a la película es auténtico.
El material es delegado en la periodista Laura (María Villar) y la flamante pasante Julia (Tamara Leschner), cuyo único mérito es “tener un auto”, según aclara el jefe durante una reunión con el staff. Un jefe que, como todos en la redacción, fuma un cigarrillo tras otro, un gesto propio de otros tiempos acorde a un film que podría transcurrir en otra época. Del pasado proviene la voz engolada de un locutor que cuenta que Guillermo Stábile –delantero estrella del Mundial de Uruguay de 1930– está a un par de goles de superar a un tal Samuel Finkelstein como máximo artillero de la selección nacional. El problema es que la historia oficial no registra a nadie con ese apellido, así como tampoco un torneo realizado en la Argentina en 1926 y en el que el equipo local se habría impuesto a Alemania.
Laura y Julia ponen en marcha una investigación cargada de nostalgia durante la que el pasado se materializa a través de los progresivos materiales que continúan recibiendo, un anciano japonés y su nieta, algunas pistas que relacionan la ausencia de la estrella con un jerarca nazi que integra el equipo teutón y hasta con la película El centroforward murió al amanecer, de René Mugica. Un viaje simultáneo al progresivo acercamiento entre dos mujeres cortadas por las tijeras de las buddy movies, esas comedias sobre parejas disparejas obligadas a aunar esfuerzos en pos de una causa en común. Con peripecias de todo tipo, incluyendo robos y vigilancias nocturnas, Último recurso crea, de manera discreta, casi sin levantar la voz, un mundo con reglas propias, de esos que presentan similitudes a la vez que diferencias con el nuestro. Un mundo donde las periodistas pueden darse el gusto de investigar durante semanas sin escribir medio renglón. Un mundo que se fue para no volver.