Son gente grande
Con el condimento que le aportan los apellidos (Douglas, De Niro, Freeman y Kline), el filme entretiene sin mayores ambiciones.
No importa que alguna vez los cuatro hayan ganado un Oscar por trabajos más meritorios. Tampoco que sus edades (Morgan Freeman a sus 76 años le lleva diez a Kevin Kline, que tiene 66) sean disímiles y la trama los haga pasar a todos como amigos de la misma generación. Ni que los chistes que el libreto les haga decir sean más viejos que ellos.
Ultimo viaje a Las Vegas se sostiene gracias a Michael Douglas, Robert De Niro y los ya nombrados, porque esa camaradería que sienten sus personajes saben trasladarla hasta que llegue a la platea.
La excusa para que los Cuatro de Flatbush , amigos de la infancia de un barrio de Brooklyn, vuelvan a reunirse es el casamiento de Billy (Douglas), un abogado que ahora reside en Malibu y va a esposar a una mujer que tiene la mitad de su edad.
Archie (Freeman), que tiene problemas de salud, y Sam (Kline), que vive ya retirado con su mujer en Miami, deben convencer a Paddy (un como de costumbre huraño De Niro) de abandonar su departamento en Nueva York, algo que no hace desde que enviudó. Pero lo consiguen y, ya en Las Vegas, viejos enfrentamientos con Billy le pondrán el azúcar al asunto.
O al menos, la sacarina.
¿Qué pueden hacer cuatro jubilados en la ciudad del pecado? Eso que el lector imagina, y más. El director, Jon Turteltaub (realizador de La leyenda del tesoro perdido, Aprendiz de brujo, entre muchas otras películas) suma más y más disparates a la despedida de soltero del último amigo que quedaba por casar, no ahorra chistes gruesos y otros de salón, mucho descontrol, mujeres que increíblemente se sienten atraídos por los gerontes y humor al estilo de Jorge Corona.
Para que haya algo de romanticismo se agrega al plantel una cantante (Mary Steenburgen, reconocible aún pese a sus cirugías), que destapará algo -lo único- que quedaba oculto.
Sumado a Tres tipos duros (Al Pacino, Crystal y Alan Arkin) y a la secuela de Red, este filme no es un póker de ases, pero tampoco son cuatro cartas negras.
Ultimo viaje a Las Vegas entretiene sin mayores ambiciones a su público destinatario, aquél que vio a los cuatro actores en su esplendor cuando no había cines con proyección digital.