Con algunos puntos de contacto con la reciente Señor Link, Mi amigo abominable es una película de animación pensada para los más chicos que no imprime originalidad en su trama pero acierta con sus gags y su vertiginosa aventura.
La adolescente Yi vive con su madre y su abuela en un departamento de Shangháii. Es hiperkinética, pasea perros, cuida niños y hasta toca el violín heredado de su padre fallecido. Sin embargo, su vida cambia cuando descubre a una milenaria criatura con poderes refugiada en su azotea que huye de un laboratorio. Everest, asi apoda al amigable Yeti, impulsa a Yi a una travesía para reunirlo con su familia.
El relato, que imprime aires proteccionistas e integracionistas, reúne a disfrutables personajes chinos como sus vecinos Jin, el arrogante joven que estudiará medicina y está siempre pendiente de su aspecto personal; y Peng, el niño travieso que está bajo su cuidado. Párrafo aparte para la villana de turno con sus rizos pelirrojos y la abuela que cocina y está atenta a su nieta.
Con excelentes rubros técnicos en lo que animación y diseño de fondos se refiere, el filme acierta en su comienzo con el escape de Everest, agrega la cuota de acción necesaria en medio del humor y en una historia que se traslada desde la gran urbe con sus carteles publicitarios hasta el Himalaya.
El tópico de la amistad y el lugar de pertenencia está siempre presente y el tono melodramático tiñe los minutos finales. Al igual que en Señor Link, el científico necesita pruebas de las existencia de la adorable criatura y todos se encuentran en una escena en un puente. Casualidad o causalidad, el público al que apunta Mi amigo abominable es otro- aún con sus referencias a King Kong y La historia sin fin.