¿Es posible que utilicen la misma historia una y otra y otra vez? El niño que probablemente
sufrió una pérdida familiar, se encuentra una criatura probablemente mágica o ajena a nuestro
mundo y debe devolverla a su hogar mientras son perseguidos por una abominable corporación.
La fórmula mágica. Jill Culton, directora, no parece olvidar su pasado en Pixar. La
co-producción de Dreamworks (EEUU) con Pearl Studios (China) nos trae un film que, sin
inventar nada nuevo, entretiene. Y no mucho más. Sí tratan temas como la familia, la naturaleza,
la coexistencia y la amistad, pero ¿qué película infantil no lo hace?
Imaginemos un ET oriental pero mucho más adorable (tan adorable como Chimuelo que,
recordemos, es de los mismos creadores) y añadamos su cuota de contemporaneidad. Yi es una
adolescente que vive en Shangai con su madre y abuela. Se pasa todas sus vacaciones trabajando
para cumplir su sueño de viajar por el país. Quiere hacer el recorrido que su padre deseó para
ella. Un día encuentra en la terraza a un yeti herido y perseguido, por lo que decide esconderlo y
no tarda mucho en resolver ayudarlo. Para ello cuenta con la ayuda de Peng, un nene simpaticón
y fanático del básquet, y Jin, un adolescente superficial obsesionado con su imagen. Juntos
recorrerán paisajes soñados, hasta llegar al Himalaya, más precisamente al monte Everest, de
donde el yeti proviene y por el cual recibe su apodo.
Lo mejor que nos provee la película es el reconocimiento a la naturaleza. Si algo esperamos de
producciones como estas es que sus animaciones estén a la altura de la circunstancia. Y en Un
amigo abominable lo están. No sólo nos deleitamos con paisajes de texturas y colores
envidiables, sino que somos testigos de la magia que sólo le permitimos al cine infantil. El yeti
es, efectivamente, un ser con el poder de comunicarse con la naturaleza mediante la música.
Gracias a él y a Yi, que toca el violín, nos metemos de lleno en un mundo donde el cruce del arte
y la naturaleza son esenciales y transformadores.
Sin embargo, ese es su único mejor punto. Estamos ante una película infantil, más no familiar. El
espectador adulto difícilmente reirá (más que alguna mueca ocasional), ni se conmoverá, ni
sufrirá emoción alguna que amerite a este film como uno memorable. Una película decente y
correcta para entretener a los más chiquitos. 97 minutos de actividad compartida sin agotamiento
para los más grandes.
Ah, un lindo dato. No se vayan hasta terminados los títulos. Hay bonus track.