Es una de esas películas gratas, de mucho clima y sentimiento, que saca a relucir las mejores virtudes de los humanos, cuando todas las circunstancias apuntan a lo contrario. Producida y dirigida por Mika Kaurismäki, el hermano del más personal y famoso Aki, con guion de Hannu Oravisto, toda la historia del film se basa en el encuentro de diferentes culturas, en una pequeña comunidad ubicada en un paisaje cautivador de Laponia. A un pueblo perdido en el mapa de ese país llega un experto cocinero chino, junto a su pequeño hijo. En un restorán de ruta y con su elemental ingles intenta ubicar a un amigo, pero nadie en el pueblo lo conoce. La dueña del lugar se solidariza con ese hombre callado y distinto y le ofrece un lugar donde dormir. Lo que sigue es la anécdota de una integración amorosa, lejos de la realidad de un mundo que desprecia a los inmigrantes. A los distintos. Aquí será la comida y los beneficios para la salud y el paladar los que le abren la puerta de la simpatía, de un futuro, de un amor y de una solidaridad que brota inesperadamente. Grandes actores en un entorno de ensueño, el director asegura que quiso mostrar una historia que une a la gente en un mundo que separa. Su objetivo está bien logrado.