Sit down ego, sit down
Martín Bossi es exitoso en el teatro. Lo que hace, lo hace de maravillas. Siempre busca demostrar que puede hacer algo más que buenas imitaciones, y en este caso se hizo una película a medida para intentar demostrar que también puede tocar otras cuerdas. Si fuera guitarrista tendría los dedos enredados por querer tocar tanto.
Si se logra superar una primera mitad soporífera, cargada de lugares comunes, sobreactuaciones, poesía berreta y clichés de sobra, entonces tal vez se puedan disfrutar algunos destellos de comedia que funcionan especialmente cuando Bossi deja jugar a otros y descansa su rostro de tanto gesto impostado.
La historia trata sobre un amargado, bohemio y mediocre profesor de teatro que no enseña teatro sino que roba como "gurú" del stand up, subgénero infame gracias al cual muchos se ganan la vida tratando de dotar de gracia y carisma a personas no tienen ni lo uno ni lo otro. Y ya se sabe que lo que natura non da, salamanca non presta.
En una de sus clases, el profesor comienza a prestar atención a una alumna que poco tiene que ver con el resto. Como es obvio, ella tampoco tiene mucho que ver con él, pero por aquello de que los opuestos se atraen la pareja se forma, y deforma.
"Las mujeres se enganchan con el Ché Guevara y después le quieren afeitar la barba" es un dicho popular en el que hace base el conflicto central de esta historia y sobre el que se extiende hasta lo insoportable. Los cameos de figuras populares de la tv, incluido el gran Carlitos Balá, ayuda a sobrellevar la cosa. Un poco nomás.