Las imágenes de Ascensor para el cadalso (Louis Malle – 1958) nos sitúan en el tiempo, mientras una voz en off femenina cuenta la historia de sus padres desde que se conocieron. El romance transcurre a lo largo de cuarenta años con momentos de pasión, otros de desilusión, saltos temporales, reencuentros y desavenencias. La directora lleva de la mano al espectador a través de una atrapante trama (guión adaptado de la novela de Christine Angot nominado al Cesar), en el que el melodrama se desenvuelve sin excesos de almíbares, algo característico de la cinematografía de Catherine Corsini.
En la primera mitad, la pareja conformada por Virginie Efira y Niels Schneider es el hilo conductor de las acciones. En la segunda mitad, al cobrar la hija un gran protagonismo, surgirá uno de los temas recurrentes en la temática de la escritora Angot, que no conviene revelar ya que constituye uno de los giros interesantes del argumento y a su vez revelador de la conducta de los personajes.
Las diferencias sociales, religiosas y sobre todo intelectuales, toman un papel preponderante en el rol que juegan Rachel y Philippe, los protagonistas, en cuanto al dominio de uno sobre el otro, la predisposición, el sometimiento, la aceptación de las reglas del juego y las distintas posturas frente al romance. Lo que un principio parecía ser un camino por un lecho de rosas, resulta ser un recorrido con obstáculos que se sortean a veces con resignación, para terminar en un clima obscuro y sórdido.
Un amor imposible es otro ejemplo de aquellas mujeres que deben luchar solas frente a los contratiempos que les impone el destino, donde las relaciones madre-hija adquieren gran trascendencia. Otro de los aciertos de la autora de Partir (2009) es el tratamiento del mundo femenino a través de los gestos, las miradas, los secretos y sentimientos tan bien expresados a través de los diálogos. Tanto Efira como la novel Jehnny Beth, nominada al Cesar como actriz emergente, expresan con un gran realismo sus penurias y necesidades. La escena final que las reúne en un restorán de París, con un cara a cara tan elocuente, donde por fin consiguen ambas expresar todo aquello que tenían en su anterior, es de un placer sublime.
Una película de vínculos enfermizos, de pasiones ciegas, de soledades y amores complicados digna de los mejores elogios. Valoración: Muy buena.