La directora y guionista francesa Catherine Corsini adapta la novela homónima de Christine Angot –quien saltara a la popularidad por su primer trabajo dentro de la narrativa de ficción autobiográfica con “Incesto” en 1999- y capta completamente su universo, permitiendo que a medida que avanza la historia, pueda ir profundizando en la complejidad que habita en sus personajes.
Corsini, de quien vimos oportunamente dos notables trabajos, pasionales y viscerales como “Partir” y “Tiempo de revelaciones” tiene un notable pulso para contar este tipo de historias intimistas en donde los personajes se sienten prisioneros de sus pasiones.
En este caso, el centro de la escena –al menos en apariencia y en la primera parte del filme-, es la historia de amor entre Rachel, una chica de provincia, judía, tradicional y atrapada en los mandatos familiares y Phillipe un bon vivant parisino, arrogante y ombligocéntrico que se esfumará apenas se entere que Rachel ha quedado embarazada.
El relato, narrado casi en forma cronológica –hay un par de pequeños saltos temporales en los recuerdos de la protagonista- se sostiene a través de la voz en off de la hija de esta pareja, Chantal, que rápidamente podremos identificar como el alter ego de la propia autora de la novela, quien juega siempre con los límites de su historia personal y de la ficción.
Chantal (Jehnny Beth) será quien lleve adelante el pulso de la historia y mediante este recurso narrativo irá intercalando algunos pasajes de raíz claramente literaria, que facilitan, en cierto modo, la adaptación cinematográfica de la historia.
Corsini maneja perfectamente el ritmo para ir desarrollando cada uno de los diferentes tramos por los que avanza la historia y de esta forma ir develando una a una, sus diferentes capas. En un principio, lo que parece ser el encuentro del príncipe azul para Rachel desemboca en una historia de abandono y de amor imposible con el que ella se sentirá particularmente atraída, aún a través de los años.
Bajo la pátina de poder encontrar un padre que reconozca a su hija, ella seguirá intentando vincularse con ese hombre que volverá a aparecer en su vida en forma intermitente, e iremos recorriendo la historia de este vínculo que se va enfermando poco a poco, a medida que pase el tiempo.
Chantal será un bebé, una niña, adolescente y ahora toda una mujer, y no solamente su madre sentirá la necesidad de ser reconocida, sino que será ella misma quien sienta esa necesidad de reconocimiento por parte de su padre. Intentará por todos los medios entablar un vínculo, sentir esa completud de saberse perteneciente a una familia a diferencia de sentir que están su madre y ella, solas en el mundo, sin ningún tipo de ayuda.
La manipulación de Philippe por un lado y a vulnerabilidad de Rachel, por otro, pareciera ser el encastre perfecto para que no puedan separarse sino después de muchos años, para que Rachel siga insistiendo en un relación que reconoce destructiva, pero que no puede soltar.
Las cartas que cruzan los protagonistas serán las que también nos ayuden a rearmar los vínculos entre ellos, el paso del tiempo y la comunicación entre los personajes (la historia de “UN AMOR IMPOSIBLE” se narra por lo menos a través de 30 años) y poco a poco, veremos como el título no solamente refiere a la central sino también al conflictivo vínculo que cada uno de los protagonistas tiene con su hija.
Secretos familiares y ocultamientos, se van entramando en base al dolor y a la humillación que aparece, reciclándose reiterativamente en los vínculos enfermos que sostienen los personajes. Corsini sabe manejar el ritmo de la historia, aunque podemos convenir en que los 135 minutos se tornan algo excesivos y existen algunas reiteraciones que podrían haberse evitado.
Toma profundamente cada uno de los personajes y los va construyendo de modo tal que el espectador pueda llegar a la esencia de cada uno de ellos y no se queda en la mera narración superficial.
La pareja central tiene la química que la historia necesita para que se sostenga su credibilidad y le da la oportunidad a Niels Schneider a demostrar el crecimiento que ha logrado desde que lo viésemos en “Los Amantes Imaginarios” de Xavier Dolan. Como Rachel, protagonista absoluta de la historia, Corsini pone en el centro de la escena y en forma casi excluyente a Virginie Efira.
Efira es una de las actrices francesas con más pantalla, una estrella de la comedia romántica como la hemos visto en “Victoria y el sexo” “20 ans d’écart” o en la reciente “Nadando por un sueño” que ha intentado incursionar en otros terrenos pero que justamente con este rol, se prueba como actriz netamente dramática, en un registro completamente diferente a todo lo que hemos visto anteriormente.
Si bien Efira sale airosa de este nuevo desafío, su figura no logra tener el impacto que el personaje de Rachel necesita sobre el tercer acto del filme. Su composición luce sensible, conectada y creíble pero aun así parece demasiado trabajada por sobre la superficie.
El efecto del paso del tiempo a través de los treinta años en los que aproximadamente se narra la historia, tampoco parece hacer justicia en su personaje y por lo tanto, el último tramo, en donde está el mayor peso dramático de la historia, no tiene la profundidad que el Rachel requería.
De todos modos Corsini logra una historia bien contada, con ribetes clásicos y que en donde pone un especial desempeño en no derrumbarse y caer fácilmente en el melodrama.