Así no hay corazón que aguante
Las complejas relaciones amorosas de una pareja, y cada uno con su hija, atraen, aunque la falta de síntesis no ayude.
De una película que entre sus diálogos contenga frases o sentencias como “Me había cambiado la vida, no podía vivir sin él” y “Quién sabe por qué amamos a alguien” no puede decirse que no haya ha sido pensada, elaborada y hasta sufrida por su director y/o guionista.
Más si el título reza Un amor imposible.
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En verdad, son varios los amores de los que hala esta nueva película de Catherine Corsini (Tiempo de revelaciones). Está el de Rachel (Virginie Efira), el personaje que dice lo que escribíamos más arriba, que disfruta y padece su relación con Philippe (Niels Schneider). El, de familia adinerada, es traductor; ella, oficinista. Y como también dice alguien apenas arranca la proyección, “El había entrado en su vida y ella no imaginaba que pudiera salir”.
Es importante ese alguien, porque es quien relata en off todo el filme, y es Chantal (Jehnny Beth), la hija que tendrán Rachel y Philippe.
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Así que también mediarán las relaciones de amor entre la madre y la hija, primero, porque el padre le dice a Rachel que para él no es el matrimonio, aunque termine casándose con una alemana -no se ve nada de esa familia- y no queriendo darle su apellido a Chantal.
Y la relación entre el padre y la hija. Philippe, cuando su hija tiene 14 años, se relaciona con Chantal por carta. Muchas cosas importantes en Un amor imposible suceden, se dicen en las cartas. Está bien, es en el pasado, no había mail ni redes sociales, pero los tiempos entre lo que uno dice y le contestan…
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La duración del filme (135 minutos), o el tiempo que Corsini se toma para desarrollar ideas y exponerlas es quizá demasiado -más aún cuando algunas de ellas, como que Philippe tenga un secreto: ha pasado meses preso por atropellar a alguien, que luego no conduce a nada- habla de cómo la realizadora abrazó el libro original de Christine Angot y no quiso medirse.
Las vueltas que va teniendo la trama, con sorpresas mucho más fuertes que la de la cárcel, se sostienen más en las expresiones de los protagonistas que en sus diálogos. Virginie Efira, a quien vimos la semana pasada en Nadando por un sueño, se angustia y acongoja, pero más que nada se resigna al abandono una y otra vez.
Y el papel que le tocó a Niels Schneider (ha crecido mucho desde Los amores imaginarios -2010- de Xavier Dolan) no sólo es arduo y difícil de entender: desde la dirección lo han dejado se diría que desperdiciado ante tanto destrato que ocasiona Philippe.