Cuestión de fe
Por una vez -y sin que sirva de referente- antes de ver el último trabajo de Lasse Hallstrom prefería el nombre de La pesca del salmón en Yemen, título de la novela de Paul Torday en la que se basa el film que vamos a comentar a continuación y título a su vez con que se estrenó la película en España, a Un amor imposible (o Amor imposible, como se ha llamado en México), que ha sido la cabecera escogida en los países latinoamericanos para el lanzamiento de la película.
Amores imposibles existen muchos y muy variopintos, pero gente pescando en el desierto ya es otro cantar. Lo que ocurre es que una vez finalizado el visionado del film uno se queda con la sensación de que ha asistido a un auténtico culebrón, de esos que suelen enganchar a las grandes audiencias; una cinta que si bien comienza de forma trepidante con un tono de comedia muy medido y acertado, con unos diálogos ajustados e hilarantes y con unas interpretaciones soberbias de todo el elenco, paulatinamente va torciendo su feliz planteamiento para proponernos una edulcorada y prescindible historia de un triángulo amoroso imposible, que hace aguas por todos lados.
Pero vayamos por partes: que al director de esta singular adaptación del best seller al que hacíamos referencia con anterioridad le gusten los melodramas no es ningún descubrimiento, y así anteriores trabajos como Las reglas de la vida (ganadora de dos Oscars de la Academia), ¿A quién ama Gilbert Grape? o la más reciente Siempre a su lado, vienen a corroborar lo dicho. Lo que sorprende un poco más es su buen tino a la hora de integrar los elementos más comicos y surrealistas en el engranaje melodramático. Existen momentos en el film en el que la esgrima verbal entre los protagonistas es tan acertada que parece que estemos viendo cualquier obra clásica de un Billy Wilder o Ernst Lubitsch. Las réplicas y contraréplicas se suceden a un ritmo vertiginoso en el film y el espectador goza a la par que los intérpretes, quienes son capaces de transmitir con sus desacostumbradas actuaciones una empatía instantánea con el espectador.
Y quien se lleva la palma, sin duda es una espléndida Kristin Scott Thomas (esta mujer está bien siempre, da igual que sea un dramón de los que no se puede soltar el pañuelo o una película de acción desbocada, o una comedia desenfrenada, lo cierto es que la actriz británica, afincada en Francia, lo borda). Aquí luce estupenda en su rol de asesora del primer ministro inglés, que debe hacer lo indecible para que las relaciones entre el Imperio Británico y los países musulmanes se lleven lo mejor posible. Para ello, y con una mordacidad digna de las mejores series y películas de humor británico (me vienen a la memoria la estupenda serie de los ochenta Yes minister y el film más actual In the Loop, de Armando Iannucci, estrenado en Argentina directamente en DVD) no cejará en su empeño, aunque ello signifique cometer las mayores y más arriesgadas empresas, como la que da origen a la trama del film, que no es otra que trasladar un montón de salmones escoceses al árido desierto yemení para introducir el noble arte de la pesca en unos parajes donde hasta ese momento su práctica parecía utópica y así hacer feliz a un filantrópico jeque árabe que ve en esta osada peripecia una buena oportunidad de introducir paz en terrenos belicosos.
En su enconado y muy interesado empeño recibirá la inestimable ayuda de un atolondrado y taciturno profesor, experto en pesca con mosca (Ewan Mc Gregor) y una consultora, representante del acaudalado inversor árabe (Emily Blunt), quien acaba de perder en el frente de Afganistán a su novio soldado.
Cuando el centro de atención de la propuesta es el alambicado y dificultoso operativo que se debe poner en marcha (tanto técnico como humano) para llevar a buen puerto la alocada idea, la película funciona muy bien. Ya la novela en la que se basa el film obtiene sus mayores elogios cuando se mezclan de un modo ágil y sugerente trozos de diarios de los implicados; declaraciones y entrevistas, emails, párrafos de comunicados de prensa... Aquí, son impagables los emails con bocadillo,a modo de comic incluídos, que se cruzan el primer ministro y su asesora, y que sirven para sentar las bases de las futuras acciones a llevar a cabo.
Sin embargo, en cuanto abandonamos la situación humorística (que en alguna ocasión llega a filirtear incluso con el slapstick) y acudimos a los momentos más trágicos y dramáticos del relato, lo que se nos cuenta pierde sustancia y acaba por invitar al respetable público al bostezo más delator.
Es una lástima que Hallstrom no haya optado abiertamente por la parodia y el humor absurdo como hilo conductor porque estaríamos hablando entonces de una muy buena película, y no de una obra símplemente correcta.