Hay cuestiones subyacentes al texto fílmico que supera toda posibilidad de querer entender la razón de la elección de una novela de características poco recreables desde la imagen, es maltratada y traicionada desde la idea primaria.
“Salmón fishing in the Yemen”, escrita por Paul Torday, es una especie de reconstrucción satírica de las esferas del poder en Gran Bretaña, tomando como base una sucesión de mensajes escritos por correo electrónico, aquellos asuntos que se cocinan en privado, que se terminan filtrando para llegar vía Internet a conocimiento público.
Tanto el titulo de la novela, como el en ingles del filme, y parte de su síntesis como asimismo el principio del desarrollo de la historia, me hicieron recordar a “Wag the dog” (1997), de Barry Levinson, producción en la que el gobierno de los Estados Unidos manipula al público con la construcción de una noticia falsa.
En este caso es el gobierno de Gran Bretaña el que debe limpiar su buen nombre por hachos acaecidos en los países árabes, y en los que no sólo están involucrados sino que son responsables directos.
Para ello la jefa de prensa del Gobierno ingles Patricia Maxwell (Kristin Scott Thomas) encuentra una noticia que podría distraer la atención del pueblo ingles.
Un jeque yemenita tiene intenciones de construir un gran lago artificial en su país, todo un gran desierto, para plantar salmones ingleses y promocionar la pesca, no sólo como deporte sino también como base industrial. Así de absurdo, así de satírico.
La representante del jeque en Londres es Harriet (Emily Blunt), quien se contacta con un biólogo del departamento de pesca del gobierno británico, el Dr. Alfred Jones (Ewan McGregor) para llevar a cabo la empresa.
Jones sabe de la locura que esto representa y en principio se niega, pero ante la presión de Patricia viaja a Yemen junto a Harriet.
Esta es la presentación de los personajes.
En medio del viaje Harriet se entera que su novio, un capitán del ejercito ingles, es declarado desaparecido en acción. Un rato antes nos enteramos de las desavenencias amorosas del Dr. Jones para con su esposa
A partir de ese momento para la mayoría de los distraídos, para otros antes empieza a jugar en contra el cambio de titulo de la película, denominarla como “Un amor imposible”, va a constituirse como el primer elemento de predictibilidad del argumento.
El desarrollo del relato perderá todo tipo de originalidad, y humor inglés impuesto en los primeros minutos, para transformarse en un pastiche de película romántica más típica de Hollywood que de producción británica.
Plagada de lugares comunes y decontruyendo, por no decir destruyendo, los personajes que habían sabido presentar en esos primeros minutos, sólo se salva y mantiene una estructura y desarrollo el de la jefa de prensa, casi un Maquiavelo de la modernidad enfundado en polleras con aires de Cromwell resucitado.
En contrapartida, tenemos el personaje del jeque que nunca es creíble, ni su aspecto, ni sus modales, ni su ideología a ultranza entre naif e ingenua, sólo su ostentación de poder ejercida por el dinero es casi realista.
Todos los rubros técnicos están en pos de jerarquizar las imágenes, la música empática, la fotografía que intenta ser calida aunque el relato se este muriendo en un freezer, de esta frialdad no son culpables los actores principales, tanto Mc Gregor como Blunt, quienes cumplen es sus roles con mucha “química” entre ellos, como se suele decir.
La que se destaca en el rubro de la actuación es Kristin Scott Thomas, responsable de su personaje pequeño en relación al tiempo en pantalla, pero decisivo en dirección del desarrollo narrativo, y ella demuestra ser todo un camaleón en cuanto a conformar personajes disímiles.
Pero no alcanza.