Un jeque multimillonario, al que le sobra la plata, quiere introducir salmones vivos en la península arábiga para practicar la pesca deportiva.
¿Puede existir un tema menos interesante para desarrollar una historia de amor?
El título local que le pusieron a este estreno (el original es La pesca del salmón en Yemen) resultó profético en ese sentido, ya que es imposible encontrar algo de romance en esta historia.
Una película bastante rara del director sueco Lasse Hallstrom (Chocolote).
En primer lugar por la trama, que se enfoca más en las consecuencias políticas del proyecto loco del jeque, que en la historia de amor de los protagonistas, que por otra parte, es absolutamente inverosímil.
Por como se desarrollan los hechos en el film se hace muy difícil comprar la idea que los personajes de Ewan McGregor y Emily Blunt pudieran formar una pareja.
Sobre todo porque los aspectos románticos y sentimentales en esta producción están totalmente tirados de los pelos.
Hace mucho que no veía una película tan fría e insulsa como esta.
Si te dejás llevar por el afiche parece una historia de Nicolas Sparks pero el film tiene otros intereses.
Hay que destacar el trabajo de los actores, quienes dentro de todo hicieron llevadera una propuesta que podría haber resultado mucho más terrible.
Ewan McGregor tiene algunos momentos simpáticos en la trama y contra todo los pronósticos, quien realmente sobresale aportando humor en el relato es Kristin Scott Thomas, una de la actrices más frías y aburridas que existen en el mundo del cine.
Esto fue toda una sorpresa porque jamás en la vida me imaginé que Thomas pudiera desenvolverse con éxito en la comedia.
Acá presenta un trabajo distinto y la verdad que está muy bien.
El problema de este trabajo del director Hallstrom es que la historia es una gran ensalada que mezcla asuntos políticos con cuestiones de fe, atentados terroristas y un triángulo amoroso forzado, donde no queda claro adonde quería llegar el guionista con este argumento.
Como propuesta romántica resultó un bodrio cuyo 107 minutos hacia el final se sienten en la butaca.