Justo un año después de su estreno en el Festival de Sundance 2017 llega a los cines argentinos esta comedia romántica con elementos autobiográficos protagonizada, coescrita y coproducida por Nanjiani. Junto con la serie Masters of None, del ahora desacreditado Aziz Ansari, esta película expone con impiadoso humor negro, pero también con sinceridad y ternura, las desventuras de un inmigrante (en este caso de origen paquistaní) que se debate entre su deseo de integrarse en la sociedad estadounidense y el respeto a las tradiciones y a los mandatos familiares.
Quienes ven habitualmente Silicon Valley conocerán al Dinesh Chugtai que interpreta Kumail Nanjiani. Pero, mientras en la serie de HBO creada por Mike Judge tiene un simpático personaje secundario, aquí es el antihéroe principal y coguionista (con su esposa en la vida real Emily V. Gordon). Y no sólo eso: la trama está basada en su propia historia personal al punto que su personaje en la ficción mantiene su nombre real.
Kumail nació en Pakistán en 1978 y su familia siempre intentó que se casara con una joven de ese origen y mantuviera las rígidas tradiciones de aquellas tierras. Pero el protagonista ya treintañero busca su propio camino como cómico stand-up en Chicago y se enamora de una “blanca” llamada Emily (la encantadora Zoe Kazan). Cuando ella sufre una extraña infección que la deja en coma él deberá sumarse a los padres de Emily (Ray Romano y Holly Hunter, ambos brillantes) para cuidarla, sortear las presiones de sus propios progenitores y repensar el futuro artístico con sus patéticos compañeros de escenario.
No conviene adelantar nada más, pero esta película coproducida por ese todopoderoso Rey Midas de la comedia americana que es Judd Apatow transita con elegancia, sensibilidad y, claro, mucho humor los nudos centrales de un género tan transitado y en el que ya es difícil sorprender como la comedia romántica, en este caso con los agregados del costumbrismo y el pintoresquismo étnicos (bastante atenuados, por suerte) y la exploración de la búsqueda de la identidad.
Es cierto que Un amor inseparable (espantoso título de estreno local) por momentos se excede, se ramifica, se extiende demasiado en sus 120 minutos de duración, pero así y todo hace mucho tiempo que este género no encontraba un crowd-pleaser tan inteligente y, sí, disfrutable como este. Bienvenido sea entonces este regreso.